viernes, 6 de diciembre de 2019

LEA EL PRÓLOGO (Dolores Etchecopar sobre Triza, de Valeria Pariso)

    




    La ausencia actúa en los textos de este nuevo libro de Valeria Pariso como el líquido revelador que usan los fotógrafos. Pero en el poema, lo revelado no se congela, sino que extrema su fugacidad, ofrece el destello de una presencia, el prodigio de su instante. 
    Cuando la catástrofe del amor hizo estrago, cuando la poeta dice: he arrojado todo al precipicio. / Ningún orden es posible ahora, lo que queda y ampara es algo pequeño, trémulo en la fiesta de su precariedad, como una flor en la mano o pulverizándose dentro de un libro. 
Un gesto levísimo podría demoler un jardín, dice Valeria Pariso, ese jardín aparece y desaparece en los poemas como una respiración que solo la incertidumbre nos concede.
    Con un tono coloquial y lírico a la vez, cada poema renueva la pregunta: ¿cómo es posible que no exista palabra para nombrar esto? El remordimiento, la esperanza, el amor, el abandono, el dolor, la belleza, ¿cómo nombrarlos? Esta perplejidad, la permeabilidad a su hechizo, vuelve a esta escritura entrañable y verdadera. Lo que hará la poeta, a la par del viejo constructor de muelles, será, cada vez, correr la línea entre la nada y el sueño.
    Y de pronto, esa palabra inalcanzable que tantea el poema nos atraviesa lacerante como el sonido gutural del llanto de un camello en el desierto. Algo sucede entonces, se ha quebrado una letra del dolor y por esa grieta o triza entramos al libro. 


Dolores Etchecopar




Fuente: Triza, Valeria Pariso, Editorial detodolosmares 2017, prólogo por Dolores Etchecopar. 

sábado, 26 de octubre de 2019

5 poemas más de Raúl Zurita



Raúl Zurita enarbolando la bandera chilena.
s/d del autor de la fotografía








EL PAÍS DE SED


Entonces    hacia la izquierda de la carretera   se vio el
país de sed

Sobre el desierto chileno   con soldados patrullando en
las entradas   boleterías hechas añicos y orquestas en
derrota alejándose cielo adentro

Mientras cientos y cientos de oboes abandonados en
las piedras se iban mimetizando con el amanecer y
eran como imágenes de sueños las butacas destripadas
la concha acústica trizada en los arenales

Allá donde nos preguntaron a culatazos los nombres y
uno de los nuestros dijo "no oigo" y el oficial le gritó
"tu nombre o te jodes" y él "Beethoven" y el oficial:
"¿qué Beethoven?" y él "el mismo" y el otro: "no le
sacarás una puta nota a este peladero tipo" y eran los
arenales de la sinfónica fundiéndose con el infinito
desierto del horizonte   encangrejado   reseco  como
un bombardeado país de sed atravesado en la carretera

*


LVB / OP 102


Rompientes


¿Y lo vieron después frente a esas playas   imponente
pálido   moviendo la batuta frente a las rompientes?

Mientras detrás de él el amanecer subía como si fuera
otro mar y nosotros el horizonte que miraba a LVB
doblarse   lloroso   cayendo frente a las olas

Desmoronándose frente al destellante océano de sed
que brama las notas finales de esta vida
Qué tocas le preguntan a LVB los torturados cayendo
como caen las rompientes en las playas  Quise
interpretar esas rompientes pero solo el oleaje de
los muertos les contesta él con tristeza  sordo como
Dios   apuntando con su batuta al ensangrentado cielo


*


1


6 de agosto. P gira en la cama y me toma la mano en
medio de la soledad inconmensurable de la tierra, de la
tierra vuelta cenizas. Le estaba diciendo que la primera
bomba fue lanzada hace miles de miles de años, en 1945,
a las 8:15 de la mañana de un día que no serían tan distinto
al que se viene. Le estaba diciendo también que falta muy
poco para que amanezca y que ya pronto despertaremos.



*



AUSCHWITZ


El tren a los campos se bamboleaba de lo lindo
y por las rendijas del vagón se alcanzaban a ver
países quemados y nubes de ceniza alejándose
en el viento.
Le pregunté a mi chica si no le encontraba un
aire familiar y ella respondió "oh, sí, nuestras
cenizas se mezclarán como en los puentes de
Madison, y será tan bello amor".
El portero me dijo: Usted está en problemas. Me
dirigí entonces a los del vagón y les pregunté:
¿Tengo problemas yo? ¿Es que tengo acaso la
cara de un tipo que tiene problemas?
Paramos frente a una vieja usina y nos sacamos
la ropa. Luego cubrimos con nuestros cuerpos
una ciudad arrasada.
El tren llegó a Auschwitz al amanecer. Un río
de cenizas cruzaba ahora los puentes.

Ganas o pierdes, le dije a mi chica, esas son las
reglas acá en América.


*


FLOTAS / 522


Escribas


El Océano Pacífico subía encumbrándose cielo arriba y
los escribas maldecían

Mostrando las infinitas líneas de sus rompientes cubrir
el horizonte mientras los escribas rasgaban vestiduras
apuntándome

Está dicho que los mares permanecerán abrazados con
la tierra lo oíste bien me gritaban y yo como quien oye
llover amigos   Esto pasó en el año 2000 de Nuestra Era

Pero lo más duro pasó en un país chileno: los escribas
habían heredado la tierra y las cárceles rebalsaban de
tipos que hicieron volar el mar sobre las cumbres de
los Andes    Entonces le dije: Presidente ¿hasta cuándo
permitirás que tu pueblo sufra?  Era muy temprano
y el lanzado en el costado me sorprendió   Adelante
las rompientes destellaban espumeando alturas



*


** Raúl Zurita, Cuadernos de guerra, Audisea, 1ra ed.-

viernes, 11 de octubre de 2019

5 poemas más de Jorge Curinao






ABANDONO


Un perro
cruza el puente
a las tres de la mañana.

El último gesto de la noche pide huesos.



SUR


Para hablar
del viento
habrá
que convencer
a los álamos
de su existencia.



FIN DEL INVIERNO


Y si uso camisa.
Y me pongo corbata.
Y me descubren.



2


Esas palabras siguen en la mesa. Todo lo que se diga sobre ellas
serán restos de un sol encendido, ceniza en las manos.



3


Escribo porque no venís. No llamás. Yo sé que estás en el viento.
No en el rocío de los vivos. No en el desfile de las estatuas. No
quiero que me veas llorar. Quiero que me veas en el viento.



**Jorge Curinao, Plegarias del humo, Remitente Patagonia, 2019, 1ed.-

3 poemas de Aníbal Costilla






LA LLOVIZNA SE DETIENE


La llovizna se detiene en el aire:
no necesita caer para recibirla.
Está ahí, como un racimo blanco.
Extendemos las manos para tocarla,
con cuidado, como si pudiera quemar
como chispas que saltan del carbón encendido.

Los lapachos ya no sentirán el espasmo,
sus flores también caen en violeta lluvia
sobre el suelo y por debajo de la luz.
Pronto el rocío encenderá las lámparas
cuando el sol, vencido, se desplome
detrás de las lomas inalcanzables.



CONQUISTADORES

Se duermen las horas de la noche
y la muerte acecha
como un mal pensamiento.
La llovizna es un temprano susurro
que hechiza la voluntad
para decirle adiós a la esperanza.

Vamos, Vida, no detengas tu tambor.
Somos conquistadores sin reino.



LEY


El aroma del día
anima la soledad
de hombres y mujeres laboriosos:
es la antigua ley de las almas simples.



**Aníbal Costilla, Memoria del canto, Ediciones Camelot América, México, 1ra ed.-

jueves, 12 de septiembre de 2019

2 poemas en prosa y "EL AURA DE LAS MANOS ESBOZO DE UN ARTE POÉTICA" de Daniel Gayoso






EL PASAJE


En un lugar secreto, bajo su eterna lámpara, alguien sueña
la historia de tu vida. A veces se apresura, otras se demora
largamente. O se pierde y te busca con ahínco. Alguna vez
se marcha de su sitio y vuelve las páginas el viento. Pero tú
eres paciente y lo perdonas. Sabes que un día llegará al
pasaje que deshaga el hechizo y te ceda el lugar bajo la luz.
El día es hoy, lo estás leyendo.


*


ADAGIO


El mar ha empujado hasta la casa una arena blanca y
celosa de su altura; ramajes sombríos donde el viento
enfurece; bellos caracoles que traen la mala suerte.
También, como una sonrisa, un balón gris y rosa, que
ahora duerme en el musgo. Las aves se impacientan y
visitan fugaces las ventanas o el tejado.
Vuelto de otro mar, tampoco yo entiendo, y me duele el
sonido leve, levísimo, de estas llaves de bronce cerrando la
casa.



*

EL AURA DE LAS MANOS 
ESBOZO DE UN ARTE POÉTICA



I

En el principio es la imagen. A ella, misteriosamente, se
ligan una idea y un sentimiento. Ahí está el núcleo: diminuto
corazón que ya empieza a latir. Lo demás es como inventar
un cuerpo acariciándolo. 


II

Que el poema sea un breve universo, con su espacio, tiempo
y leyes propias. Un cuerpo vivo donde cada parte remite al
todo y así se justifica. Cierta unidad marcada a fuego sobre
la unidad del mundo.


III

La palabra debería ejercer una sugestión tal sobre el lector
que permita arrebatarlo por un instante del mundo cotidiano
y ganarlo para el del poema; que sienta ese mundo y sus límites
como fatales. Sugestión, magia, encantamiento... El poema
gravita.


IV

Una paradoja: el símbolo es un ropaje para desnudarnos
sin escándalo.


V

Cada poema es una epifanía del ser, una visión que turba
por su doble faz: en apariencia ajena, absolutamente otra,
desnuda sin pudores la identidad vedada. En su diáfano,
incesante enigma, el poeta es quien es. 


VI

Como esos terremotos que no se perciben sino por delicados
instrumentos, así la poesía: de una violencia secreta, negada.
Una violencia que se ha comida a sí misma. 


VII

¡Labor infinita que desconsuela!... Nos desgarramos en
multitud de fragmentos; los soñamos como absolutos cuando
en verdad no lo son. Amargo despertar: la poesía es una 
religión incompleta.


VIII

"Con el número Dos nace la pena", escribió Marechal. 
Quizás algo semejante sucede con el otro interno, cuando el
contemplado rehúye a su contemplador. Entonces debemos
buscarlo en la ciega noche, amorosa, implacablemente. Hasta
que, al verlo, se desvanezca y nos devuelva el don más 
preciado: la armonía del ser, que es Uno. 


XIX

Cada poema es una epifanía del ser, una visión que
turba por su doblez fax: en apariencia ajena, absolutamente
otra, desnuda sin pudores la identidad vedada. En su diáfano,
incesante enigma el poeta es quien es. 




** Daniel Gayoso, Los Signos de la Presencia, Lírica en prosa, Imaginante editorial, 2017, 2da ed.- ampliada.




viernes, 30 de agosto de 2019

4 poemas de Alejandro Mendez Casariego




願望


Deseo (Ganbo)


Hubiera querido tocarte
o que me tocaras
y que apenas esos dedos
moviéndose en el arco involuntario
de una inercia
me rozaran sin querer
sin voluntad
que por error
me hubieras alcanzado con un gesto
y para señalarme algo
me tocaras la mano
con el pulgar y el índice
o que en lugar del imperio
de la voz de mando
en la distancia
vasta de nuestra habitación
hubieras acercado
tu aliento al mío para susurrarme
tu deseo de cualquier cosa
que yo pudiera darte
Hubiera querido
que fueras algo más
que la sombra y el peso
de un hombre
sobre mí

*


孤独


Soledad (Kodoku)


La mañana
ha bajado como todas
desde la palidez
junto a las grullas
que se posan y retoman vuelo
sin que nada notable las detenga

Así me poso yo
sobre el día
sin que esto cambie nada
como si ausencia o presencia
no fueran más que un estado relativo
a la disposición
de los objetos de la casa

Pero este estar sin relieve me apacigua
y permanezco en él
sin vuelos perentorios
sin inquietud
sin culpa

Ya todos han partido
la casa está vacía
y nada me requiere
Miro el calendario y pienso:
“No vuelvas hoy”


*


干ばつ


Sequía (Kanbatsu)


Este año se ha aposentado
la sequía
en la tierra

Insidiosa se lleva
la savia, el fluir, los brotes
los últimos matices
la densidad del aire
los olores

Yo me siento sobre los talones
y la observo
acomodarse en mí
como si me conociera
como si siempre
hubiese estado allí


*


平仮名


Hiragana


Trazo mi hiragana
en el polvo que se acumula
sobre la superficie de las cosas

Ésta es nuestra más secreta
y antigua rebelión
Para que no las entiendas
creo palabras nuevas
que suenen como filo de cuchillo
(separo)
como incendio del bosque
(destruyo)
como vuelo del águila
(huyo)
como fondo del lago
(descubro)
como copo de nieve
al caer sobre la tierra tibia
(muero)



**Alejandro Mendez Casariego, La mujer del Samurai, La gran Nilson, 1ra ed.- 2019

lunes, 5 de agosto de 2019

4 poemas de Adélia Prado







IMPRESIONISTA


En una ocasión,
mi padre pintó toda la casa
de anaranjado brillante.
Durante mucho tiempo vivimos en una casa,
como él mismo decía,
constantemente amaneciendo.



*


SOLAR


Mi madre cocinaba exactamente:
arroz, porotos morados, salsa con papitas.
Pero cantaba.



*


AMOR VIOLETA


El amor me hiere debajo del brazo,
en un hueco entre las costillas.
Alcanza mi corazón por esta vía inclinada.
Pongo el amor en un mortero con ceniza
y granos morados y trituro. Lo macero,
hago de él un cataplasma
lo pongo sobre la herida.



*



LA SERENATA


Una noche de luna pálida y geranios
él vendría con boca y mano increíbles
a tocar la flauta en el jardín.
Estoy en el comienzo de mi desesperación
y solo veo dos caminos:
o me vuelvo loca o santa.
Yo que rechazo y desapruebo
lo que no sea natural como sangre y venas
descubro que estoy todo el día llorando,
los cabellos entristecidos
la piel asaltada de indecisión.
Cuando él venga, porque es cierto que viene,
¿de qué manera voy a llegar al balcón sin juventud?
La luna, los geranios y él serán los mismos
- solo una mujer entre las cosas envejece.
¿De qué manera voy a abrir la ventana, si no soy loca?
¿cómo la cerraré, si no soy santa?Gr



**Adélia Prado, Poesía reunida, Griselda García Editora, 2019 1ra ed.-

7 poemas de Amelia Biagioni







CANCIÓN DE CUNA PARA UN NIÑO MUERTO


Te alzaron de noche
las Siete Cabrillas.
De tu ausencia larga
mueren mis rodillas.

Te ciñen, te mecen
mis brazos vacíos.
Duérmete en el fondo
de los huesos míos.

Dejaste en mis pechos
la tierra y el mar.
Pechos de la luna
te dan de mamar.

Arrorró, lejano
nardo, niño frío,
arrorró! Te siento
llorar el rocío.

Con cuna vacía
ya estoy en el suelo.
Por tus piececillos
en mi desconsuelo.

Tus ojos -mis ojos-
se abren en las flores.
Duerme, que estoy ciega;
niño azul, no llores.

Ramo de mis venas,
esta madrugada
vuélvete a mi pecho:
¿no me ves talada?



*



TORRE DEL TÉ


Sobre infinitos pisos y negocios,
bebo magia de té dorado.
El ventanal profundo está ofreciéndome
un abismo de pórtland delicado.

Con la liviana llave de esta altura
abro el sueño de la ciudad;
y en la tarde, los prismas angustiados
se disfuman en ancha suavidad.

Quizás son voladoras estas torres,
donde milagros se aposentan
entre palomas, torres donde viven
los que de la ternura se alimentan.

En el río, que acaso es lento beso,
mezo un barquito, y Dios, el día.
De una calle, o del rastro de mis ojos,
alzo la miniatura de un tranvía.

Y a ti te olvido, hombre diminuto
como un terroncito de fe,
porque temo que te arroje mi mano
al misterio de mi taza de té.



*


EL AMOR


Solitario a quien palpo,
dios de mi soledad,
ven a tientas,
no hay nadie en la tierra,
nadie más,
y no tengo nombre.

Vengo de lo absoluto de tus fábulas,
cuido tu azar y tu silencio,
y he visto en tu espalda
el rostro que buscas cruzando visiones.

Con todo el amor y la vida
yo te conozco,
solitario, muchedumbre,
y te pregunto
quién eres.

Hombre mío sin bordes,
ven entero,
ven hasta la muerte
y no más, no hasta la tristeza,
ven a tientas,
y desde adentro fórmame
guitarra sin fin,
y lo que arranques,
mi hondo sonido de la especie,
arrójalo con júbilo
a la sombra constante,
amor mío, elemento,
a la tiniebla original arrójame,
así, contigo.



*



LA LLOVIZNA



Yo, con la vaga frente en la balada
y el talón en el musgo de los siglos,
yo, que inventé el otoño lentamente
y gris y lentamente soy su vino,
yo, que ya agonizaba cuando el hombre
me amó para nombrarme "la llovizna",
yo, que cruzando su durar lo nublo
de eternidad y de melancolía,
yo, que debo medir la soledad
entera, y desandar todo el recuerdo
y más, y gris y lentamente el día
señalado asperjar el fin del tiempo,
yo, a veces, mientras limo tristes mármoles
y herrumbro amantes, pienso que en la tierra
no existo, que tan sólo voy cayendo,
así, de la nostalgia de un poema.



*



2


Tengo una herida siempre verde
que reconoce el filo
del nombre oculto en la neblina.



*



6


Quisiera decir la pasión
aterradora del universo en la noche,
su ardiente abrazo que abandona.



*


Entré en mi espesura
y vi tu nombre escrito con árboles.



*



**Amelia Biagioni, Poesía completa, Adriana Hidalgo Editora, 2009, 1ra ed.-



lunes, 24 de junio de 2019

4 poemas de Jotaele Andrade







SE REDUCE A SU POLVO LA PIEDRA QUE ARROJAS


en el día se alza
rechina
con la hoja que roza el contorno de las piedras

tiembla y su sombra
se descompone
en los colores de la existencia

es inútil balbucear la sílaba del entendimiento

es tan lento ese animal
tan desmedido que cabe este astro y su maleza

ah el tiempo:
donde arrojas tu piedra y ves un pájaro
hacerse polvo



ARS MORIENDI


a veces descubro en mí
una risa malévola
por no haber muerto todavía

no es la satisfacción de quien vence
o ha vencido

no

es la risa neurótica
de aquel que cuán suave entra
el remo
en el agua



ARS DE SOBREVIVENCIA


adiós
polilla
mosca
tábano
que libero de mi mano
hacia la tarde
o la noche

hacia su concentrada
opaca
estadía en el efímero paisaje
de la existencia

es cuanto puedo hacer
por esas vidas
que zumban en mi casa:

soltarlas en la intemperie

decirles:

adiós criaturas
somos hermanos
en el arte neurótico
de la sobrevivencia



LO OFRECIDO


antaño
nuestros zapatos llenos del polvo
de la jornada
eran limpios
con esmero
por madres
diligentes y tristes

hoy que el polvo
sigue cayendo sobre nuestro calzado
ociosos
lo dejamos afuera de la casa

nada nuevo:

polvo ofrecemos al polvo




** Jotaele Andrade, Sombra de dos colores, buenosayres poetry 2018

sábado, 15 de junio de 2019

Lea el PRÓLOGO: Yo El Churqui (prólogo imaginario) (del libro CUANDO VOLVÍ)







Yo El Churqui (prólogo imaginario)


   Mi madre Clementina y mi padre Efraín concibieron mi venida a este Tilcara, mi pueblo, al iniciarse la cuarta década de este siglo. No conocí otro lugar mejor donde engendrar mis versos: "Pupila del ocaso interminable / Suelo indio, sepulcro de la raza...". Ellos son los hijos de mi alma atormentada.
   La humildad fue mi cuna; mi sueño, la desesperanza; mi amor, la soledad. Aquí busqué la luz del conocimiento de la mano de mis maestros. Aquí cultivé la tierra junto a mi abuelo Victoriano y sembré en los surcos los poemas que nunca florecieron. Aquí sentí la tibieza esquiva del amor en distintos perfiles de mujer que fatalmente dejaban mis manos vacías: "Nunca sabré tu nombre ni tu risa. / Ni el suspiro ni el roce de tu aliento. / Solamente tendré sobre mis manos / un canto azul para ceñir tu cuerpo...".
   Es que entre el amor y yo se erguía, imponente, la sombra materna, barrera de amor infranqueable que me retenía hasta hacerme exclamar en mi plegaria: "Estoy solo y sin alma / como un mundo sin sombras, / como un poema en blanco / sobre un libro desierto...".
Peregriné por mil caminos en busca de no sé qué sueño libertario, pero al estirar mis manos sólo alcancé a tomar la copa de mi cáliz irredento. Quizá demasiado pronto apuré el acíbar centenario que asumió a mi raza en el oprobio y la esclavitud. Aun así exclamé en mis versos: "Pero el indio de América no ha muerto, / se ha tendido a dormir un sueño largo / desde el alto cantil del Cabo de Hornos / hasta el árido azul del Tiahuanaco...".
  Mis amigos me apodaron "Churqui", aludiendo a mi fortaleza, a mi cuerpo nervudo que resistió más de un envate casi mortal. A partir de esos encuentros premonitorios intuí que la muerte se me acercaba bastante. Sentía su aliento en cada uno de mis versos: "...Yo sé que estoy muriendo bajo este frío manso. / Muero despacio y triste tocando mi silencio; / siento blancas campanas golpear sobre mis sienes; / cae sobre mis hombros el peso del invierno...".
  Ahora el cáliz y yo somos uno; extraña simbiosis de licor y hombre que quieren truncar parientes y amigos. ¿Qué sería de mis versos entonces? ¿No comprenden que mi locura lírica necesita, ¡Por Dios!, de este veneno? Sé que me está matando y sé que me estoy muriendo. Paredes ascéticas, blancas como la ausencia fría encierran mis últimos delirios. hombres doctos y mujeres de cofia me acompañan asombrados de mi inminente partida. Un aliento gélido me brota desde adentro y la oscuridad va llenando el aposento.

      Aquí, sobre esta mesa descansa mi agonía.
      ¡Dios mío! ¿Por qué tengo que morir en invierno?
      ¡Quiero pisar los verdes taludes de noviembre!
      ¡Quiero cortar las rosas que se abren en febrero!


Fuente: Germán Walter, Choque Vilca, Cuando Volví, Yo El Churqui (prólogo imaginario), Ediciones Cuadernos del Duende, Jujuy 1999.
En Obras Completas Ediciones Cuadernos del Duende, 2007  (páginas 134 - 135)

5 poemas de Germán Walter "Churqui" Choque Vilca






TILCARA


Cáliz de luz, fecundo sueño a tus plantas un río de salitre,
doncella con ajorcas de esmeralda.
A tus plantas un río de salitre,
otro río de cuarzo a tus espaldas,
y allá a lo lejos, entre el mar y el cielo,
la hidrográfica cimbra del Huichaira.

Pupila del ocaso interminable.
Suelo indio, sepulcro de la raza.
Desde la noche oscura del incario
hasta el alba naciente del mañana,
custodiarán el sol de tus umbrales
los enhiestos cardones del Pucara.

Matriz del viento, origen de la sombra.
Ofertorio otoñal de las calandrias.
¡Duerme la siesta del maíz fecundo
sobre el tálamo gris de tus pizarras!
Hasta que el hombre de la mano ruda
abra en surcos la paz de tus entrañas.

Abre tus brazos al rosal latino;
no levantes ni cercos ni murallas,
que tus mollares le den sombras y abrigo
al criollo, al europeo y al aymara,
y que lleven tu nombre por el mundo,
muchacha azul, princesa americana.

Cuando el verano te devuelva el río
y tus noches se enciendan de guitarras,
un cortejo de grillos escondidos
prenderán de tu nombre un pentagrama.
Y desde el verde lampazar nocturno
un coro anfibio entonará tu nombre:
TIlcara.





PRIMERA LLUVIA DE OCTUBRE


Rompió su verde corazón de octubre
en vellones oscuros de tormenta.
Tenía de horizontes verdes
la escondida matriz de la arboleda.

Una ilusión de pájaros tardíos
columpió las torcidas madreselvas.
Negros silencios colgaban de las sombras
como oscuros pendientes de culebras.

El trueno fue una larga dentellada;
el relámpago, los músculos del hombre,
y las manos del hombre una plegaria
en la tarde mural de las almendras.

Tenían los ojos honduras de mollares
y los pechos recintos de colmenas.
Parecían luciérnagas las rosas
y eran negros pañuelos las goteras.




ENTONCES


Cuando era la luna nueva,
se fue quedando tu ausencia
por las aristas azules
de los corrales de piedra.

Cuando era mujer la luna
con un pañuelo de seda
prendido entre los pechos
y anudado en las caderas.

Cuando la luna era un río con olor a yerba buena
y en los mollares en sombra
se escondían las estrellas.

Cuando las noches azules
tejían enredaderas
con los dedos del rocío
sobre un telar de tinieblas.

Entonces, mi niña, entonces
se durmieron tus ojeras
sobre dos gotas de llanto
y un romance de azucenas.

Entonces sentí en la carne
el puñal de tu inocencia
y la lluvia de tus ojos
mojándome las arterias.

Entonces toqué el silencio,
el corazón de la niebla.





ELEVACIÓN


(fragmento)

Harán nidos de barro en las altas acacias
y con espumas verdes sus cantos tejerán;
tendrán como epicentro un corazón de greda
y por patria y por trono la azul inmensidad.




POEMA PARA MAGGI


Tu juventud estalla como el cáliz
de una flor inclinada en tu ventana;
misterios de luz se abren en tus ojos,
esos ojos donde nace la mañana.

En tus manos las luengas mariposas
trazan notas de azules pentagramas
y en tu grácil cintura adolescente
algún dios ha olvidado su guitarra.

En tus largos cabellos los diamantes
prenden fuego de lentas llamaradas
que serpeando recorren los vaivenes
con que el sueño decora tus espaldas.


**Germán Walter "Churqui" Choque Vilca, Obras completas, Ediciones Cuadernos del Duende 2007.

sábado, 11 de mayo de 2019

6 poemas de Marisa Negri





CEREMONIA DEL TÉ NOCTURNO


I

Una mujer acaba de dormir a los niños
y con paso delicado atraviesa
la única habitación de la casa hacia el calentador,

hierve agua en un jarro enlozado
estira su mano hacia la lata azul
abre el té de jazmín
y aspira

también este dolor
pasará.



II

Las burbujas ascienden con el calor
y ella cuida el agua,

la respiración acompasada de los hijos


bebemos té para olvidar el ruido del mundo.



III


Las hojas se despliegan.

Otra mujer las escogió en la penumbra
de un tostadero de Ceilán.

También su hijo
dormía.



IV

Mientras bebe su té
el vapor empaña el vidrio de la ventana
el cuerpo cansado
agradece

en el fondo de la taza una flor blanca.


LA RECOLECTORA DE TÉ SUEÑA CON OSEN KASAMORI


No será la más admirada de Edo
ni subirán las escaleras del templo para verla pasar;
su línea delgada que apenas hace sombra
las manos blancas que llevan el chawan.

Ella es la otra mujer,
ha cargado sobre su espalda a un niño que lloraba,
sus dedos menos delicados
cosecharon las hojas más tiernas del árbol de té.

No hay luna esa noche.
¿La bella Osen dormirá debajo de su mosquitero?

No hay luna esta noche,
la recolectora enciende su farol de papel,

en la oscuridad cerrada del jardín
ha florecido el ciruelo.



COSECHAR EL TÉ


Un camino de tierra colorada
sube hacia las plantaciones
el suelo es escarpado
las mujeres llevan vendas en los tobillos
el mar de hojas trepa por sus cinturas

bajo la amable sombra de un alero
se mecen los canastos de bambú
acunan infantes que berrean
el sopor de la tarde los envuelve

la anciana canta mientras bebe su té.



JUEGO DE TÉ


En un antiguo monasterio de montaña
transcurre otro episodio
del esplendor del té.

Los bebedores baten el brebaje hasta formar espuma
dibujan flores y dragones con una vara de bambú.

La mano hábil del monje Eisai
escribe poemas enteros
en la brumosa superficie dorada.


CHAI MASSALA

Los bengalíes nunca beberán té inglés
saldrán a la calle a comprar su chai
en el Dia de los muertos.

Lavarán toda pena
en la distancia perlada del agua.



ALMOHADA DE TÉ


Entre el despertar y el dormir
hay un tiempo íntimo.

El brazo del amante rodea
la respiración se aquieta
y los grillos apenas cantan fuera de la casa.

Caen en el sueño
la oscuridad una tela pesada sobre los párpados

apoya la durmiente su cabeza en la almohada de té,
las hojas sueltan un rumor perfumado.

Todo espíritu que duerme acompañado
viaja entre hojas del otoño.

En el pálido temblor de las bujías
el amor.


**Marisa Negri, Kasu, La gran Nilson 2019 1ra ed.-


miércoles, 1 de mayo de 2019

Lea el PRÓLOGO (Santiago Sylvester y Jorge Aulicino sobre El tabernáculo, de Ricardo Molinari)

  





A la generación de Ricardo E. Molinari le tocó dejar consolidada una tradición propia en la poesía argentina. A fines del siglo XIX y comienzos del XX ya había habido antecedentes fundamentales: la gauchesca y el modernismo, además del aporte anónimo del cancionero popular. Las bases, por lo tanto, ya estaban puestas, con materiales sólidos y de buena calidad; pero aún no había cuajado un perfil más abarcador, reconocible como propio con el que fuera posible atender ese reclamo imperioso que, como suelen ser los reclamos ciegos del futuro, ya estaban haciendo el siglo XX.
  La llegada del Río de la Plata de la renovación formal, que se había iniciado en Europa con las vanguardias, cayó de pleno en lo que, andando el tiempo, se llamó generación martinfierrista: ese grupo literario que en nuestro país fue, posiblemente, y referido a la poesía, el más importante de todo el siglo, ya que es posible opinar sobre el siglo XX en su totalidad. Un rápido repaso de nombres propios permite ver su dimensión: Borges, Girondo, Marechal, Storni, González Lanuza, Mastronardi, Rega Molina, González Tuñón, Nalé Roxlo, y con estos poetas la lista no se acaba. EN esta lista, y en sitio de preferencia, se encuentra Molinari, con una obra desplegada y, como ocurrió con los poetas de esa generación, distinta de las otras, porque todos ellos respondieron a proyectos, más que grupales, personales.
  Entre los poetas de esa generación existió en común el inevitable viento de época, algunas lecturas y el planteo explícito (recogido en algunos textos teóricos y programáticos) de actualizar la poesía rioplatense y conectarla con propuestas de otros lugares del mundo. Pero cada uno eligió un cuadrado distinto del tablero, y lo llenó.El resultado fue un magma renovador de donde surgió la poesía contemporánea, que abarcó todo el siglo y que, con las alternativas necesarias, que sigue mandando señales hasta hoy.
  En ese grupo, Molinari no fue vanguardista ni, estrictamente, rupturista: se sumó de otro modo al proyecto generacional.
  Aprovechó la libertad que le ofrecía esa "belleza convulsa" (en expresión de André Breton), pero desde su primer libro hizo saber que sus intenciones, sus preocupaciones literarias, el catálogo de sus propuestas y palabras, tenían que ver  con la poesía medieval, las cantigas del galaico-portugués, el siglo de oro español o el cancionero popular, aunque todo eso estuviera concebido desde el punto de vista del que se reconoce parte de su época. Es decir, su visión de la lírica tradicional no tendía a lo mimético (en este caso no estaríamos interesados hoy en su poesía) sino al replanteo de lo formal. Un poeta respetuoso (conocedor) de la tradición, que, a la vez, revisó la materia poética con la intensidad del siglo que le tocó vivir.
  O tal vez habría que decir que Molinari se aplicó a la tarea de reinterpretar la tradición y, por lo tanto, de aceptar de ella lo que le venía bien: es decir, trabajo de selección. Esto le posibilitó la tarea más compleja de expresar su fuerza creativa y hacerlo con las herramientas de una época  que se obligó a conocer. Molinari fue un maestro en lleva a cabo estas operaciones mentales que, como síntesis, lo convirtieron en un excelente lector de la tradición: el que revisa a fondo sus propias lecturas.
  Ricardo E.Molinari nació en 1898, en Buenos Aires, y murió en la misma ciudad en 1996. Abarcó, pues, todo el siglo. EL hecho de que en estos días su obra haya sufrido un relativo olvido, y que sea muy difícil encontrar alguno de sus muchos libros en las librerías, solo señala nuestras limitaciones, algo que a él mismo no lo sorprendería, no solo por modestia, sino por haber conocido a fondo su país, "esta nación desmemoriada", como la designa en más de un poema, refiriéndose lógicamente a otras cosas. 
  Su influencia en las generaciones posteriores, sobre todo en la del cuarenta, es evidente. El verso amplio, marcadamente lírico, atento en lo formal a la metáfora y la imagen, y en lo temático a la naturaleza, vino a abonar un momento de predominio, precisamente, de lo lírico y lo celebratorio. EL marcado interés con que seguía su poesía en todo el país hizo sentir su influencia de un modo diverso: grupos importantes como La Carpa o Tarja, en el norte, la leyeron con beneficio, y se la puederastrear en obras tan distintas como la de Manuel Castilla, Raúl Araoz Anzoátegui, Jorge Calvetti o Raúl Galán. Aquel poeta atento a los grandes ríos, al viendo en los cardales, a los árboles, a los pájaros lejanos, a los hechos de la historia patria, con tendencia al mito, y en general al destino sudamericano, tenía que impactar en quienes, pragmáticamente, querían cantar al hombre en su paisaje, nombras las plantas y la fauna: marcar y amojonar el terreno concreto donde vivían; y que, a la vez, necesitaban actualizar el lenguaje de la celebración. Molinari no perteneció a eso que se llamó "literatura de la tierra", como los poetas del noroeste que he nombrado, pero tuvo una zona de frontera con ella: una especie de medianera lírica, poblada de paisaje rural, que colindaba con ese canto americano que comenzaba en México y terminaba en la Patagonia. Tal vez Molinari tenía un aliento más metafísico, una idea espiritualizada que lo separaba de la materia en gestación: algo subjetivo, a veces doloroso, que lo elevaba por sobre el paisaje; y no parece casual que su poesía esté visitada por ángeles e invocaciones místicas. Pero la comprensión del paisaje, y el hecho visible de caerlo en cuenta como parte esencial de su poesía, lo acercó a esa línea poética y, en alguna medida, lo incluyó entre los referentes de aquellos grupos del norte. Por razones distintas (tal vez precisamente las metafísicas), y en esto se reconoce la amplitud de su propuesta, también fue, por la misma época, un claro precedente de un sector importante de la poesía del Río de la Plata. 

  La primera edición de El tabernáculo llevaba ilustraciones originales de Federico García Lorca que se reproducen en esta. García Lorca fue amigo personal de Molinari, como casi todos los miembros de la generación del 27; esto nos lleva a la paradoja conocida de que, en esa época, la relación entre poetas de la lengua era mucho más fluida que en esta era de la comunicación: beneficio para las dos orillas. La relación de Molinari, y en general de todos los integrantes del grupo Martín Fierro, con sus equivalentes españoles, se nota no solo en lo anecdótico de unas ilustraciones, sino en los propósitos más profundos de la poesía de ambos países: hay coincidencia de búsquedas.
El tabernáculo fue publicado en 1934 y no fue reeditado nunca hasta ahora. La importancia de esta reedición, además de las razones generales, se hace más evidente si se recuerda que la primera edición solo constaba de ciento sesenta y tres ejemplares.
  Transcribo a continuación el colofón de El tabernáculo en su primera edición para mostrar la minuciosidad con que trabajaba este poeta: "De esta obra se han impresociento sesenta y tres ejemplares: uno en lapel Auvergne, dos en Fabriano Perusia, cinco en Whatman, y cinco en hilo Fabriano, marcados de A a M; todos ellos fuera de comercio y firmados por el autor, y ciento cincuenta en papel Ingres, numerados del 1 al 150, todos los cuales constituyen la presente y única edición"; y agrega más adelante: "fue impreso este libro en la ciudad de Buenos Aires, en casa de D. Fco. A. Colombo. Acabóse el veinticuatro de Agosto, año de 1934. Laus Deo".

Ediciones del Dock publica esta poesía 
                                       que vuela en pensamiento, no en espacio
                                       y no se apoya en aire sino en tiempo.
Son versos de Juan Ramón Jiménez: le hubiera gustado a Molinari verlos aplicados a su poesía. 



Santiago Sylvester
Buenos Aires, 2001


"Todo es breve, inútil y suspenso"*


  En 1985, un auto chocó contra todo y, en la carambola, golpeó a un anciano peatón que todos hubieran dicho que iba distraído. El accidente arrojó al poeta Ricardo Molinari, entonces de 87 años, a una clínica de traumatología y a cierta consideración pública. 
Resultó que era uno de los mejores poetas argentinos y no tenía un peso para pagar su tratamiento.   Los diarios se hicieron eco de la lamentable situación y hubo colectas, más la buena voluntad del dueño de la clínica, para ayudar en su lenta recuperación a este hombre casi abstracto. Del accidente salió Molinari casado con la poeta Ofelia Zúccoli Fidanza. Y el año siguiente recibió el premio de Honor del Fondo Nacional de las Artes con el que los funcionarios culturales intentaron hacer alguna justicia frente a quien era considerado por sus pares estrictamente un maestro de la poesía, algo quizá más inasible pero tal vez más esencial que un escritor importante. Molinari dijo entonces a Clarín con tranquila desfachatez: "Qué quiere que le diga... esta distinción significa dinero (eran 10.000 australes), independientemente del valor espiritual... Me permitirá paliar algunos problemas":


El espacio y las nubes


  Era tipo de espacios abiertos. Nacido en Villa Urquiza, que por entonces era quintas y campo, la poesía de Molinari se acercó a las vanguardias que se debatían entre los célebres grupos de Florida y Boedo, para hacer más sorprendente el adjetivo y más afinadas las imágenes, antes que para aprender el ingenio y el estruendo.

  Francisco Luis Bernárdez recuerda que en las tertulias con Leopoldo Marechal, con Jorge Luis Borges, en los años veinte, aquel muchacho "mudo y sonriente" sufría cierta impaciencia al llegar a cierta hora. Era la hora en que salía el último tranvía para Villa Urquiza. "¿Qué hacer de nuestras vidas, María del Pilar?", podía escribir por entonces en medio de versos delicados y engañosamente simples que hablaban de árboles y nubes.

  Publicaba en ediciones privadas un libro tras otro. Fueron tal vez setenta, que si se quiere componen un poema único. Así lo entendió la crítica cuando en 1975 aparecieron sus obras completas bajo el título Las sombras del pájaro tostado. En el agua fluida de ese largo poema que se encuentran a veces algunas palabras sólidas, pero en general la lectura de Molinari deja la sensación de que no se leyó estrictamente nada -nada que pueda contarse, recordarse- y que se ha tenido una experiencia que impresionó.

  "Vivo en mi mundo extraño, / alegre y firme / como un dormido." Un tipo de cara oscura y pelo de algodón, de palabras que se veían en el aire seguidas de puntos suspensivos, pero de ojos negros analíticos, fue lo que la prensa descubrió cuando se enteró, en 1985, que en una clínica traumatológica intentaba reponerse el poeta que muchos consideraban uno de los grandes de América, de la primera mitad del siglo, a la par de cualquiera que se mencione. EL crítico inglés J.M Cohen dijo que esos hombres eran cuatro: el chileno Pablo Neruda, el peruano César Vallejo, y el mexicano Octavio Paz y Molinari.

  Un creyente en busca de un dios, un tipo de inusitadas propuestas -"Completar un mate, peinar un muerto" eran cosas del orden de la vida que él creía debían saberse-, su obra giraría entre la apología de lo fugaz y la decepción: "Todoes breve, / inútil / y suspenso", podría haber dicho con Mozart-, si terminó por crear una figura, un ícono de sí mismo, este fue el de la sombra de la literatura nacional, el eterno hombre secreto, cuya imagen, piel oscura, pelo blanquísimo, parecía justamente un negativo fotográfico. 


Jorge Aulicino

*Se reproduce sin modificaciones el texto publicado por Clarín en 1996 junto al obituario de Ricardo Molinari. 




Fuente: El tabernáculo, Ricardo Molinari, Ediciones del Dock 2019. Dibujos de Federico García Lorca, prólogo por Santiago Sylvester y Jorge Aulicino. 

martes, 30 de abril de 2019

6 poemas de Santiago Kovadloff






EL DÍA


Despertar en la cuadra donde vivo induce a confusiones:
trinan los jilgueros, hay un piano matutino
y el agua mansa de un jardín murmura en la ventana.

Sepultado en ese suelo de ensueño y de pereza,
yace sin embargo el doblez de las palabras,
el áspero cemento en que circulo,
el perfil súbitamente extraño de tu cara.

Bastará abrir los ojos para soltar la jauría.


*


ASCENSO DE JUAN SEBASTIÁN


La pequeña sonata de Bach busca el sitio donde vivo.
Deja atrás el cuarto piso que brota,
burla una descarga de inodoro,
la voz metalizada de un televisor,
sube y perfora un espeso olor a frito,
paredes plastificadas,
ventanas de blindex,
un cerrojo inoxidable,
y arrastra y barre, en su camino hacia lo alto,
cartas, cuentas, guantes, dudas,
tu lamento de olvidada
y los restos del hombre impuro
que ocupa mi habitación.


*


IOM KIPUR


Mi hija, Señor, no es como yo la quise
ni yo, Señor, como ella me soñó.

Aun así,
sentados y en ayunas,
los cuatro juntos
miramos televisión.


*


DE NOCHE EN EL CAMPO


Estalló un madero en la oscuridad.
Fue un quejido seco, claro.
Vino de una pared del ropero
o vino del respaldo de una silla.
No fue un ruido venido de afuera.
No fue el paso de un intruso.
No fue el eco desvelado
de un animal que deambulaba.
Fue un madero.

Crujió y se hizo oír
quizá al cabo de muchas horas
días acaso, meses soportando
la presión de lo indecible.

No hay lugar a confusión: oí un madero.
Un madero que gime como un alma.
Estalló en la oscuridad.



*


HOGAR


Llueve copiosa, llueve amorosamente.
Pero el bullicio de la radio en la cocina
impide oír la lluvia
con la intimidad que yo quisiera.

Hay en toda la casa
una luz conmovedora, leve y acerada;
luz del día decantado por la fuerza de la lluvia.
Busco entonces la sala
para escuchar llover como quisiera.
Pero en la sala, mi hijo y sus amigos
aguardan jubilosos el almuerzo,
y en el cuarto, mi mujer
ríe y habla por teléfono.

No hay dónde escuchar la lluvia.
Es una pena.
No siempre llueve así, con abundancia,
no siempre con grandiosa plenitud.

Está visto: una casa feliz
no es lugar para oír la lluvia.


*


AMANECE


Es curioso: oigo llover y a la vez cantan los pájaros.
Podría ser que el agua recién comience a caer
y que los pájaros aún no lo hayan advertido.
O podría ser que los pájaros lo hayan advertido
y estén, en realidad, dejando de cantar.
Pero podría ser también que haya empezado a llover
y que los pájaros lo sepan
y aun así se larguen a cantar,
y que por fin haya nacido el día inesperado.




**Santiago Kovadloff, Hombre reunido, Poesía 1978-2016, Emecé 2016

domingo, 7 de abril de 2019

5 poemas de Irene Gruss





TORCÉS LA ANÉCDOTA


Se trata de aliviar el lado sufriente de las cosas,
mirar hacia otro lado. Él llama a esa insulsa y a vos te dice
cortala, vos intentás disipar la niebla escuchando a los
pájaros.
Ese árbol, allá, un lado de tu cabeza te pide
hacé un objeto estético,
decís después, más tarde, cuando la bruma pase
como la de la mañana temprano;
O cuando te vas y tus hijos preguntan, preocupados,
¿hablaste con alguien?; les mentís amablemente,
torcés la anécdota.
Leés a una chica moderna, escribe con violencia, como si la
molieran
a palos o tuviera un dolor de encías insoportable. ¿Para qué
esto?,
¿lo ves? Descifrás, abrís esa caja donde el aire cabe
y exhalás, tranquila.
EL mar no ruge, no brama ni aúlla, no tiene furia ni
es sereno o plateado o verde o azul;
es más pequeño que Dios.
Lo que importa ahora es disipar la niebla.


*


FALSO TERRITORIO


Dejó de arder. No el leño
sino el ímpetu,
la gana, lejos,
allá.
No llego allá. No hay allá.
Lo que importa es que dejó de arder.



*



EL QUE LLAMA NO ES ÉL


Suave como muñón, el aire acaricia mi cuello.
Desvalida, yo, veo una mariposa roja entre el aire frío; se
divierte,
sigue, nada le pesa.
Curioso cómo afronta el día, este sol tempranero.
Yo sin dormir y ella flotando afrontándolo todo.

*El título pertenece a María Moreno


*


SALUDO AL VIENTO


Esa mata de pasto sacudida por un ventarrón,
así, por fin me veo débil,
como si el viento esta vez fuera a arrancarme como a una
mata de pasto
recién crecida allí en la duna, volteada y débil: esto es
nuevo.


*


ENTRE LA PENA Y LA NADA


Habría que nacer riendo a carcajadas
como hilo de fe, como costumbre.
Pero amor y dolor es lo que expulsa.

Curioso, la gana del llanto primero,
"que grite, que llore, que respire de una vez",
y el alivio, así. Curioso, la palmada en la nalga.

Y luego chupar, prenderse, y el hambre: la necesidad.

Saciados o no, a dormir
se ha dicho.

La mañana y la noche,
asombro por lo que hace la luz con uno.

Y el despertar y el moverse;
crecer, dormir.

El cielo es otro mundo. La calle
es otro mundo. El otro
es otro.

La risa llega después. Como
alegría o canto.

La burla llega después, y
es puro rictus, pura alegoría.

Hay dicha entre la pena y la nada,
entre el sonido y la furia, la duda, el estertor.

Gracia y piedad. Sí,
como reír a carcajadas.



**Irene Gruss, Entre la pena y la nada, Poesía, Ediciones del Dock, 1ra ed.- 2015


4 poemas de Jorge García Sabal





EN LA VENTANA


Los patos, al amanecer, se van. En vuelo
despiden el agua, la escarcha, el musgo.
Los patos son como peces tranquilos
que no creen en el anzuelo; son patos,
solos, y sólo saben de la escopeta que mira:

por eso vuelan hacia ninguna parte, por eso
golpean, como a una puerta, el aire.




*


SITIO


Hice bien.
Esta noche tapé la jaula de los pájaros,
dejé sin luz a los peces que dormían
cautivos de un solo ojo, eché
por la escalera, justo en su última vida,
al gato.
Hice todo bien.
Ahora estoy solo y Billie Holiday me dice,
hamacándome, la voz llena de pasto y agria,
un cuento para dormir, un sueño. Ella
dice y cuenta cosas que conozco, hamacándome
suave, solos.

Ahora amanece, es el día para siempre.
Me hamaco. Estoy solo. Hice bien, todo bien.


*


NO DURARÁ

Ola de calor. Y después lluvia. Lluvia
que trae la ola de calor y lluvia. Se repite:
hace calor, hay lluvias: se repite: no durará.

Pero allí hubo, entretanto, tormenta, un cielo
enorme y gris atravesado por luces y bengalas
y estruendo. Algo así como el amor, el tiempo,
moscas que se atrapan aquí y allá, chispas
volando con sus patas de miel y repentinas,
instantáneas, tiesas, sucias, desmoronadas.

Ola de calor, lluvia, alas: eso que ahora raspa
la pared y hundido respira: hocico, charco
contra una luz sosa, descompuesta.



*


ELLA


La que anda por el patio y barre,
da agua a las gallinas, maíz,
y tiende ropa a secar, limpia.
La que hace frascos de colores y tapa
la miel, el higo, la cereza, y empieza
a esperar, esperar el momento
del ruido del tiempo: el secado,
lo engordado, la pulpa que macera
hilos agrios, jugos sórdidos, untuosos,
sabe del tiempo, de lo imprevisto
que llega y seca, da colores, mata.
La que va por su sombra, anda
por el patio, espera sin miedo
ni apuro ni renuncia:


                               ella
anda y barre, sonámbula, doméstica.



**Jorge García Sabal, Tabla rasa, Poesía, Ediciones del Dock, 2016, 1ra ed.-

miércoles, 27 de marzo de 2019

8 poemas de Pablo Dema







ENEMIGO ENEMIGO


1

Se ve a menudo el grosero ardid
de productores televisivos
que consiste en editar frases dichas
por un mismo personaje
a lo largo de su vida
para poner al descubierto
una supuesta falta de coherencia.

Amigo, sé que tu fiel memoria
ha registrado una a una todas mis necedades.
Igual que tus certezas,
mis principios fueron olvidados
o remplazados por otros.
Mes a mes,
semana a semana,
al ritmo del miedo a errar,
a ser rechazado,
a perderlo todo.

Nadie perdura en nosotros,
ni siquiera el oscuro rencor que nos tenemos.


2

Amigo,
anoche soñé con un grupo de personas
que conversaban en un patio.
Estaban rodeadas
de unas piedras muy pesadas
que habían ido a parar allí
sin que nadie supiera quién las había acarreado.
Y nuestros años de amistad eran esas piedras.
Algo pesado e inútil imposible de negar
imposible de mover.


3

Amigo,
cada minuto es turbio.
Aún los de los dulces dedos enredados
y los de tu sueño cruzado
por las pequeñas voces amarillas.
También ésos son opacos.
Resplanceden en cada momento
las perlas negras de la ira.

Pero tus horas de sufrimiento
estás jaspeadas de alegría:
un encaje de hojas y la luz de la tarde en la ventana,
la cercanía de la hora del café,
la presencia inesperada de unas yemas en tu nuca.

Cada minuto es turbio, amigo, lastimado por hebras
de luz.


MI NOMBRE ES NADIE


Amigos,
ahora que ya soy un hombre
y no quiero ser alguien
en la vida
me siento mucho más liviano.
Desde acá los veo
lanzar sus dentelladas
sobre un reflejo fugaz en el agua
que es precioso, sí,
pero no es oro.

Amigos, amigos...
no corran más,
todo lo que hay es de ustedes
pero no es oro
oro no.

VI LAS CARAS DE LAS MUJERES...


Vi las caras de las mujeres
reflejadas en las campanas de vidrio.
Uno de los bultitos
pesaba novecientos gramos.

Ese día,
se acabaron todos
mis problemas existenciales.

En un puño pequeño
habita para siempre
mi corazón indestructible.



UN HILO


Un hilo
de luz
fascinante
los une.

Como si sus auras nimbadas
no supieran todavía
la noticia que los cuerpos conocen.

¡Son dos!

El recién nacido
inventa a la madre
y no sabe que es el mundo.



POSICIONES


1

Te dormiste amamantando
con un brazo en la cadera
y el otro flexionado
sirviéndote de almohada.

Tomé a la beba para llevarla a su cuna.
La cabeza en una palma
y en la otra el resto del cuerpo ovillado.

¿Qué corriente invisible casi corto sin saberlo?

AL sentirme
apretó los labios
y quedó colgada de tu pecho:
colibrí lactante
libando en la más fragante flor.

Sentí una descarga en todo el cuerpo,
la dejé en tu regazo
y salí del cuarto a los tumbos
embriagado de amor.


2

¿Adónde más poner los ojos?
¿Qué batallas librar después?

En los confines de los campos literarios
se ven los destellos de los últimos egos
estallando en el cielo constelado:
ilusorias flores de luz extinta
viajando hacia la nada
de espaldas a la luz mayor en combustión.

¿Cuál sería la posición estratégica
para un corazón encendido
en esa coreografía de fuegos dispares?

Tu pupila roza la zona donde susurra mi voz.
En la intemperie sin fin ocupamos lugares comunes.



**Pablo Dema, Filos, Ediciones del Dock 1ra ed.- 2014



jueves, 21 de marzo de 2019

4 poemas de Viviana Abnur


En las manos de mi hijo. 


Como al descuido acariciás la hoja
acariciás mis poemas sin saberlo
sin mirarme
en la demora
de las últimas palabras
la seducción del muro que cae
apenas un instante
para coser los restos
¿habrá belleza que se iguale
a la demolición?



*


MI abuela cuidaba enfermos
cuenta
que si un hombre está por morir
deja caer la mano hasta el suelo
intenta clavar las uñas
y hasta el último segundo
hurga ahí desesperado
después cielo y tierra se funden a su palma
no se improvisa en vano dice
en ese borde


*

Roto         
roto el vaso
el hilo de luz el techo
la grieta enardecida del panal
las letras sueltas como piedras
rotas
astillas en la piel
y flecos

hemistiquio
nunca supe de partir
quebrar el hueso
en el lugar adecuado



*


Por el idioma que mascullo
pago un precio
de billete perforado
de monedita de bronce
el precio y la etiqueta cuelgan de la mano
no de la prenda


** Viviana Abnur, La pereza, poemas. Macedonia Ediciones 2018, 1ra ed.-

lunes, 11 de marzo de 2019

3 poemas de Carina Sedevich





2

Esta manzana debió ser de Blancanieves:
dura como un músculo, tersa como un cristal,
del tamaño de mi puño y de mi corazón,
oscura como la noche si la noche fuese
roja,
mojada como los mares si el mar no fuera
de sal.



                        -Hija: 

                        estás en mis brazos.
                        Con una de mis manos
                        te alimento.

                        Con la otra
                        contengo un pájaro blanco,
                        vaporoso
                        en tu pulmón.-




3

Margaritas, crisantemos, astromelias.
Conozco el mundo cruzando la vereda
hasta la florería de la esquina
con la hija que no tuve
de la mano.



                            -Sobre el mar, en Finlandia, llega al puerto
                            una gran barca que se llama Eira.
                            Hubiera sido un buen nombre para ella.
                            Y ese azul mustio, que lo lame todo,
                            hubiera sido el jugo de sus ojos.
                            Hubiera sido blanda y alunada.
                            Hubiera peinado
                            su melena con agua.-



4


Es tarde.
El viento corre alto.
Un benteveo calla sobre un cable.
Una paloma en la rama de un sauce.
Dos viejos sosteniéndose uno al otro.
Para los que andamos en el parque
todos los días, bajo el cielo de cal,
cualquier momento
podría ser el fin.
Nos sonreímos.


**Carina Sedevich, Lejanas bengalas estallan, Ediciones del Dock 2018, 1ra ed.-

domingo, 10 de marzo de 2019

7 poemas de Graciela Cros





LA CASA


Si la casa estuviera plantada
donde estaba,
si bajo los escombros,
en los cuartos, los muebles,
hubiera señales familiares,
las huellas de su paso,
del andar que tenía
entre esas paredes
ella
¿respiraría mejor?

¿Sus ojos serían mansos,
bondadosos,
para ver
lo que no hay de aquello
y lo que hay ahora?
¿Para ver
y aceptar
lo que dejó de ser?

Si la casa abriera sus ventanas
a pesar del derrumbe
para que ella viera bajo otra luz
aquello que hubo antes
y luego dejó de estar,
de ser,
la paz,
por fin,
¿vendría?



LA COMPAÑÍA DE LA VIDA


Afuera llueve
y adentro
hay una pequeña huerta
que asoma en las macetas.

Tomates cherry, ajíes, aromáticas.
Bendiciones de invierno.
La compañía de la vida
en sus breves detalles.

Llueve en el frío
del cercano agosto
y el abedul
detrás de la ventana
concentra pajaritos en racimo
anunciando la nieve
que baja de los cerros.
Está ocurriendo todo
ante mis ojos
y alguien
que no quisiera ser
sólo registra tu ausencia.



BANDURRIAS


Las bandurrias
hunden sus picos
en el pasto mojado
por la lluvia de anoche,
De a pares o en grupo
buscan su alimento
con las cabezas inclinadas,
atentas.
Avanzan lentamente,
picotean lombrices
y al detenerse por segundos
parecen comentar
el inicio del día.
La mañana, serena,
las incluye,
yo las observo.
Me siento parte,
feliz también
por esa nueva,
modesta, epifanía.



(del libro Pampa de Huenuleo)



LA NOCHE DE ROTHKO


EL cielo parece una pintura de Rothko,
amarillo en el centro,
ocre arriba
y abajo.
A esta hora
Mansilla come
solo.
Es su cumpleaños.
Pienso en amigos distantes
que, seguro
recuerdan
el nuevo aniversario del poeta.
Pero es así,
cerca, duele;
lejos, falta.
Por suerte hay un papel,
un boleto, una servilleta,
un ticket de supermercado
y se puede escribir
mientras la noche de Rothko
pasa
lenta
al otro lado de la ventanilla
por esta ruta del sur.


A LA NOCHECITA


A la nochecita me pongo a cocinar una feijoada
para Mansilla que viene del desierto
buscando un porqué.
Alguien le dijo que la sé hacer.
Que aprendí en Itabira do Mato, Minas Gerais,
la ciudad donde nació Carlos Drummond de Andrade
y adonde todos saben nunca fui
pero sueño ir.

Con jugo de maracujá, leche condensada
y vodka
hice una jarra de capeta bahiana,
bebida del demonio,
y por si hace falta pasar a la caipirinha
dejé a mano una cachaça envelhecida
del valle de Paraiba que promete.

Un rato antes piqué unos ajos barrigones
en la tabla y un par de cebollas.
Lloré un poco aprovechando la ocación.
Me sentí feliz de estar tan triste.

El cuchillo no tenía filo y lo pasé por la piedra
como si supiera.
Hice igual con la feijoada:
anoche dejé los porotos negros en remojo,
la carne temperada con diversos aromas,
y ahora
mientras pongo el arroz,
espero a la visita,
confío en la inspiración.


MANSILLA


Dice labios y las mujeres nos soltamos el pelo,
lo esponjamos con las manos o la sacudimos
girando la cabeza a un lado y otro
con movimientos rápidos. 

Dice ojos verdes y hay un desmayo momentáneo,
generalizado, sin previo aviso
todos perdemos la noción.

Dice ojos rojos y los hombres experimentan
un peso lapidario en el centro del pecho
mientras las mujeres ejercemos
la superstición y el rezo.

Dice coartada, rehén, y todos
nos tambaleamos un poco, perdemos el equilibrio,
nos aferramos al pasado, a barandas y respaldos de sillas.

Dice sur, araucaria, barda canal, Neuquén,
Roma, Los Ángeles, gramilla, 
padres, dentaduras, perros,
mesa del escándalo, campos de Señor,
y los terapeutas no dan abasto,
ponen el cartel de no hay más turnos,
las ojeras les tapan la cara
y sueñan con playas remotas.

Es que el poeta habla
del nudo que nos ata y no se ve
y todos lo sabemos.

Mansilla dice domingo y la melancolía
se derrama sonámbula como petróleo en el mar,
el Titanic vuelve a hundirse y con él nos vamos todos a pique,
comprobamos que las profundidades marinas 
son cosas de temer, hay oscuridad, desolación y frío.

Pensamos quén vendrá a rescatarnos
de esta caída fatal.
¿Vendrá Mansilla?
¿Vendrá la poesía?

Mansilla dice estepa y las mujeres
giramos como autómatas hasta quedar
de espaldas a la montaña,
achicando los ojos buscamos
la línea de horizonte
pero está perdido
y aunque parezca tonto y sentimental
comenzamos a caminar
para encontrarlo.

No es cataclismo ni profesía,
no es devoción ni desmadre de
la naturaleza,
Mansilla es poeta
y como todos los poetas
ignora su poder.



ADÉLIA


En la mesa del mantel blanco
bungavilias rojas contra pared blanca.

Veo rojo sobre blanco.
Traduzco un poema de Adélia Prado

Manchas de luz en la pared,
una jarra pequeña
con tres rosas de plástico.

La poesía me hace pensar 
que el mundo é a nossa ostra
e gostaria muito
que estuvieras aquí. 


(del libro Mansilla)


**Graciela Cros, Pampa de Huenuleo, Ediciones en danza 2017.
**Graciela Cros, Mansilla, Ediciones en danza 2010