martes, 30 de abril de 2019

6 poemas de Santiago Kovadloff






EL DÍA


Despertar en la cuadra donde vivo induce a confusiones:
trinan los jilgueros, hay un piano matutino
y el agua mansa de un jardín murmura en la ventana.

Sepultado en ese suelo de ensueño y de pereza,
yace sin embargo el doblez de las palabras,
el áspero cemento en que circulo,
el perfil súbitamente extraño de tu cara.

Bastará abrir los ojos para soltar la jauría.


*


ASCENSO DE JUAN SEBASTIÁN


La pequeña sonata de Bach busca el sitio donde vivo.
Deja atrás el cuarto piso que brota,
burla una descarga de inodoro,
la voz metalizada de un televisor,
sube y perfora un espeso olor a frito,
paredes plastificadas,
ventanas de blindex,
un cerrojo inoxidable,
y arrastra y barre, en su camino hacia lo alto,
cartas, cuentas, guantes, dudas,
tu lamento de olvidada
y los restos del hombre impuro
que ocupa mi habitación.


*


IOM KIPUR


Mi hija, Señor, no es como yo la quise
ni yo, Señor, como ella me soñó.

Aun así,
sentados y en ayunas,
los cuatro juntos
miramos televisión.


*


DE NOCHE EN EL CAMPO


Estalló un madero en la oscuridad.
Fue un quejido seco, claro.
Vino de una pared del ropero
o vino del respaldo de una silla.
No fue un ruido venido de afuera.
No fue el paso de un intruso.
No fue el eco desvelado
de un animal que deambulaba.
Fue un madero.

Crujió y se hizo oír
quizá al cabo de muchas horas
días acaso, meses soportando
la presión de lo indecible.

No hay lugar a confusión: oí un madero.
Un madero que gime como un alma.
Estalló en la oscuridad.



*


HOGAR


Llueve copiosa, llueve amorosamente.
Pero el bullicio de la radio en la cocina
impide oír la lluvia
con la intimidad que yo quisiera.

Hay en toda la casa
una luz conmovedora, leve y acerada;
luz del día decantado por la fuerza de la lluvia.
Busco entonces la sala
para escuchar llover como quisiera.
Pero en la sala, mi hijo y sus amigos
aguardan jubilosos el almuerzo,
y en el cuarto, mi mujer
ríe y habla por teléfono.

No hay dónde escuchar la lluvia.
Es una pena.
No siempre llueve así, con abundancia,
no siempre con grandiosa plenitud.

Está visto: una casa feliz
no es lugar para oír la lluvia.


*


AMANECE


Es curioso: oigo llover y a la vez cantan los pájaros.
Podría ser que el agua recién comience a caer
y que los pájaros aún no lo hayan advertido.
O podría ser que los pájaros lo hayan advertido
y estén, en realidad, dejando de cantar.
Pero podría ser también que haya empezado a llover
y que los pájaros lo sepan
y aun así se larguen a cantar,
y que por fin haya nacido el día inesperado.




**Santiago Kovadloff, Hombre reunido, Poesía 1978-2016, Emecé 2016

domingo, 7 de abril de 2019

5 poemas de Irene Gruss





TORCÉS LA ANÉCDOTA


Se trata de aliviar el lado sufriente de las cosas,
mirar hacia otro lado. Él llama a esa insulsa y a vos te dice
cortala, vos intentás disipar la niebla escuchando a los
pájaros.
Ese árbol, allá, un lado de tu cabeza te pide
hacé un objeto estético,
decís después, más tarde, cuando la bruma pase
como la de la mañana temprano;
O cuando te vas y tus hijos preguntan, preocupados,
¿hablaste con alguien?; les mentís amablemente,
torcés la anécdota.
Leés a una chica moderna, escribe con violencia, como si la
molieran
a palos o tuviera un dolor de encías insoportable. ¿Para qué
esto?,
¿lo ves? Descifrás, abrís esa caja donde el aire cabe
y exhalás, tranquila.
EL mar no ruge, no brama ni aúlla, no tiene furia ni
es sereno o plateado o verde o azul;
es más pequeño que Dios.
Lo que importa ahora es disipar la niebla.


*


FALSO TERRITORIO


Dejó de arder. No el leño
sino el ímpetu,
la gana, lejos,
allá.
No llego allá. No hay allá.
Lo que importa es que dejó de arder.



*



EL QUE LLAMA NO ES ÉL


Suave como muñón, el aire acaricia mi cuello.
Desvalida, yo, veo una mariposa roja entre el aire frío; se
divierte,
sigue, nada le pesa.
Curioso cómo afronta el día, este sol tempranero.
Yo sin dormir y ella flotando afrontándolo todo.

*El título pertenece a María Moreno


*


SALUDO AL VIENTO


Esa mata de pasto sacudida por un ventarrón,
así, por fin me veo débil,
como si el viento esta vez fuera a arrancarme como a una
mata de pasto
recién crecida allí en la duna, volteada y débil: esto es
nuevo.


*


ENTRE LA PENA Y LA NADA


Habría que nacer riendo a carcajadas
como hilo de fe, como costumbre.
Pero amor y dolor es lo que expulsa.

Curioso, la gana del llanto primero,
"que grite, que llore, que respire de una vez",
y el alivio, así. Curioso, la palmada en la nalga.

Y luego chupar, prenderse, y el hambre: la necesidad.

Saciados o no, a dormir
se ha dicho.

La mañana y la noche,
asombro por lo que hace la luz con uno.

Y el despertar y el moverse;
crecer, dormir.

El cielo es otro mundo. La calle
es otro mundo. El otro
es otro.

La risa llega después. Como
alegría o canto.

La burla llega después, y
es puro rictus, pura alegoría.

Hay dicha entre la pena y la nada,
entre el sonido y la furia, la duda, el estertor.

Gracia y piedad. Sí,
como reír a carcajadas.



**Irene Gruss, Entre la pena y la nada, Poesía, Ediciones del Dock, 1ra ed.- 2015


4 poemas de Jorge García Sabal





EN LA VENTANA


Los patos, al amanecer, se van. En vuelo
despiden el agua, la escarcha, el musgo.
Los patos son como peces tranquilos
que no creen en el anzuelo; son patos,
solos, y sólo saben de la escopeta que mira:

por eso vuelan hacia ninguna parte, por eso
golpean, como a una puerta, el aire.




*


SITIO


Hice bien.
Esta noche tapé la jaula de los pájaros,
dejé sin luz a los peces que dormían
cautivos de un solo ojo, eché
por la escalera, justo en su última vida,
al gato.
Hice todo bien.
Ahora estoy solo y Billie Holiday me dice,
hamacándome, la voz llena de pasto y agria,
un cuento para dormir, un sueño. Ella
dice y cuenta cosas que conozco, hamacándome
suave, solos.

Ahora amanece, es el día para siempre.
Me hamaco. Estoy solo. Hice bien, todo bien.


*


NO DURARÁ

Ola de calor. Y después lluvia. Lluvia
que trae la ola de calor y lluvia. Se repite:
hace calor, hay lluvias: se repite: no durará.

Pero allí hubo, entretanto, tormenta, un cielo
enorme y gris atravesado por luces y bengalas
y estruendo. Algo así como el amor, el tiempo,
moscas que se atrapan aquí y allá, chispas
volando con sus patas de miel y repentinas,
instantáneas, tiesas, sucias, desmoronadas.

Ola de calor, lluvia, alas: eso que ahora raspa
la pared y hundido respira: hocico, charco
contra una luz sosa, descompuesta.



*


ELLA


La que anda por el patio y barre,
da agua a las gallinas, maíz,
y tiende ropa a secar, limpia.
La que hace frascos de colores y tapa
la miel, el higo, la cereza, y empieza
a esperar, esperar el momento
del ruido del tiempo: el secado,
lo engordado, la pulpa que macera
hilos agrios, jugos sórdidos, untuosos,
sabe del tiempo, de lo imprevisto
que llega y seca, da colores, mata.
La que va por su sombra, anda
por el patio, espera sin miedo
ni apuro ni renuncia:


                               ella
anda y barre, sonámbula, doméstica.



**Jorge García Sabal, Tabla rasa, Poesía, Ediciones del Dock, 2016, 1ra ed.-