sábado, 31 de marzo de 2018

3 poemas de José Watanabe





FLORES DE PLÁSTICO

Cada uno de estos días del Señor
un vendedor demuestra en mi puerta
que somos menos perdurables que el plástico.

Y ya mi casa está llena
con diversos objetos garantizados irrompibles.

Pero este tiempo de Gracia
comprendiendo que nada puede ser ajeno a los afanes líricos
ha creado hermosas flores en humosos laboratorios.

La urgencia por entregar la primavera
es probable causa de algunas deficiencias:
no hay secreto placer entre el polen y el estambre
ni esa inmemorial premonición
que estremeció al hombre ante la flor marchita.

He visto algunas secretarias
vertiéndoles el perfume de su agrado.

Y a estas alturas
no debe sorprendernos una triste muchacha
deshojando flores de plástico junto a su ventana.



ACERCA DE LA LIBERTAD

Esta mañana han comprado un pájaro
                                             como se compra una fruta
                                                       un ramo de flores.

Dicen que Hokusai compraba pájaros para liberarlos.

También Leonardo
                      pero midiéndoles el impulso y el rumbo.

Posiblemente en la infancia he pintado pájaros
pero jamás les he hallado relación exacta con los aviones.

Estoy tentado a liberar este pájaro
                                            a devolverle
                  su derecho de morir sobre el viento.

Me van a pedir razones.

Sentiré la obligación de hablar acerca de la libertad
pero mi familia que es muy lógica
                                        dirá que afuera solo
                                                      con el viento
                                                      a ver qué hago.



LAS MANOS

Mi padre vino desde tan lejos
cruzó los mares,
                caminó
                 y se inventó caminos,
hasta terminar dejándome sólo estas manos
y enterrando las suyas
                              como dos tiernísimas frutas ya apagadas.

Digo que bien pueden ser éstas sus dos manos
encendidas también con la estampa de Utamaro
                                               del hombre tenue bajo la lluvia.

Sin embargo la gente repite que son mías
aunque mi padre
multiplicó sus manos
                    sólo por dos o tres circunstancias de la vida
o porque no quiso que otras manos
                        pasasen sobre su pecho silenciado.

Pero es bien sencillo comprender
               que con estas manos
también enterrarán un poco a mi padre,
                               a su venida desde tan lejos,
                      a su ternura que supo modelar sobre mis cabellos
cuando él tenía sus manos para coger cualquier viento,
                                                               de cualquier tierra.



**José Watanabe, Poesía completa, Colección La cruz del sur, Editorial Pre-textos, 1ra edición 2005, 2da impresión 2013.

jueves, 29 de marzo de 2018

2 poemas más de Elizabeth Azcona Cranwell




CITA

La amazona de arco iris y muerte se hundió de amor
en el lago sombrío.
Cada noche sin luna su caballo remonta una viudez
de estrellas
para beber del agua que la abriga.


DESPEDIDA DE AMANTES           (a Carlos Ardohain)

Palabras húmedas buscan lugar
entre dos vasos.
Un incienso de hierbas
filtradas hace mucho
nutre la moderada biografía.
la mutación está en los árboles
el canto transformó su melopea.
Pero hay acordes que persisten
lugares acosados por una vieja sed
frases que todavía crispan la memoria
aunque el deseo ya no reine
con su precaria condición
en el cuerpo y las cosas.

Aquél que tantas veces moduló sus inventos
ante el jaque del sol
o se plegó al acento de una vieja cantiga
bajo la cobardía de la luna
hoy es tan sólo un odio delicado
como el contacto entre dos rosas
de colores antípodas.
No hay combate
es apenas la caída de un pétalo
que ningún viento impulsa
salvo el propio corazón de la flor
cansada por lo eterno del día.


**Elízabeth Azcona Cranwell, 25 poetas argentinos contemporáneos, Ediciones Papiro, Fundación Sales, 2005, 1ra ed. Compilado por Osvaldo Svanascini.

4 poemas de Enrique Roberto Bossero






10

IR MÁS ALLÁ DE LAS COSAS
volver la cabeza para ver
sus rostros
sus gestos
dudas de seguir dudando
o celebrarlas
jolgorio de retratos donde
no todos cabíamos+por inmensos.
Superación del tiempo y el espacio
estar delante de los días
corazón angelado latiente de
aleluyas
estar después
en displicencia
preguntándonos si aún existimos o
desertamos ya
sin darnos cuenta.

16

TRISTEZA DE LOS GIRASOLES EN
la noche
sólo comparable a la tristeza del ciego
al que han puesto a mirar
las estrellas.


31

PARIRÁS SIN DOLOR

ganarás el pan con el placer de tu esfuerzo
pobres no habrá nunca
bienaventurados los que sonríen.
                                          Así sea


36

NO PUDIMOS CAMBIAR EL MUNDO PERO
tampoco el mundo pudo cambiarnos
a pesar de todas sus proclamas.
Habitaremos un espacio nuevo
deslumbrados
como un niño ante una suelta de palomas
en la costanera poblada por lunas y
cazadores de peces
en caravana incipiente
retratándonos junto a aquellos que
sin saberlo
nos sucederán en esa
libertad idílica
libertad obsesiva
libertad no condicionada
absueltos de culpa
y cargo
y exceso de inconsciencia.


**Enrique Roberto Bossero, Celebración de la noche, , 2010 1ra edición.




3 poemas más de Raúl O. Artola





VECINOS

A la distancia que los urbanistas pusieron
entre la mujer de la ventana de enfrente
y mi lugar de observación,
yo la cubro en silencio.
Ella deambula con la niña en brazos
mientras pasa su mano por el mentón.
El hombre aparece por detrás
y la abraza suavemente
en el gris de la tarde.
Sin darse vuelta,
retribuye la caricia
y le entrega la niña.
Fuera de la mirada de su hombre,
la mujer junta las manos
en el pecho
y se queda quieta
hasta que cae
la primera gota de lluvia.


CALLES DE TIERRA

Al paso indiferente
de los colectivos
sube la siesta en el barrio.
Los heladeros ocupan esquinas
con la oferta de palitos
último modelo.
Puertas adentro
la clientela se aburre
o goza
masticando el polvo
que le toca en suerte.
Nadie se queja
porque el sol trabaje.


ALTO EN EL SURCO

Tuvo que ser así.
Tomé la sartén
por el mango
y se lo dije:
Me gustás mucho
y me parece
que te quiero.
Y ella, sin inmutarse,
respondió:
Yo también, tonto,
si no, ¿por qué
te creés que estoy acá
desde hace ocho años?
A mí solamente
me salió:
Claro, tenés razón,
no lo había pensado.
Y seguimos cosechando
los tomates.
Los pibes ayudaban,
tan chiquitos.

                                   (a Hugo Muleiro)



**Raúl Orlando Artola, La mirada corta, Antología poética 1976 - 2016, Ediciones La carta de Oliver, 2017

domingo, 25 de marzo de 2018

3 poemas más de Alberto Szpunberg





XLIX

¿Y si fuera cierto
que un hombre y una mujer
comenzaron un día a desnudarse
para celebración de la palabra
nunca dicha?


LV

¿Qué perdura del encuentro
para que los amantes
se despidan hasta siempre
como si las palabras
fuesen
y silencios de qué mar,
junto a qué montaña,
en qué momento?



VIII

No hay después, no hay más tarde, no hay mañana,
sino el gesto de ella en la tibia desnudez que continúa
las horas más duras, las de siempre,
como si todo siempre comenzara.

El aire se inquieta por las cartas que no llegan
y agita las cortinas cerradas a la tarde.



**Alberto Szpunberg, Poesía reunida, Como sólo la muerte es pasajera, Entropía, 2015

sábado, 24 de marzo de 2018

2 poemas de Alberto Szpunberg





XXX

Anoche, un poema que crepitaba
no nos dejó dormir con la incoherencia
de sus palabras anotadas al azar
en uno de los papeles que ahora arde.
Nada ni nadie más que el fuego
dará sentido a las chispas más efímeras
hasta la última razón de las cenizas.


XXXI

Las estrellas ya vivieron esta noche
desde un cielo al alcance de la mano:
¿quién sabe de nuestros pasos, la lentitud
que acompasa la más antigua danza?
Antiguas travesías descifraron a su modo
los jeroglíficos trazados en lo alto:
la tierra se toma ahora toda la noche
para girar, como nosotros, sobre sí misma.




**Alberto Szpunberg, Poesía Reunida, Como sólo la muerte es pasajera, Entropía, 2015

jueves, 22 de marzo de 2018

2 poemas de Raúl Orlando Artola





AHORA

Un atisbo de nada,
el pálido sueño del fuego,
un aire dulce y contagioso,
cenizas de la memoria:
he aquí mi presente y mi todo,
cintura de las horas que me quedan.


POR UN COLOR

Salvo algún nuevo color
del alma en arrabales
que sorprendemos develado
y surgente en la piel
de nuestros días,
salvo uno que otro
          de esos colores, digo,
          poco habitual y heroico,
todo lo demás sigue siendo inmutable.


**Raúl Orlando Artola, La mirada corta, Antología poética 1976 - 2016, Ediciones La carta de Oliver, 2017




1 poema de Elizabeth Azcona Cranwell




ESTO QUE SUBE Y TOCA TU PALABRA

Es un hablar de nieve
esto que sube y toca tu palabra.
Se dobla el otro extremo del espacio
allá donde el verano compromete
la ciudad en que habitas.

Alejada por la tierra implacable
tu cara es el azar de mi memoria.
Centellean los pájaros servidores del frío
y obedezco a los cóncavos designios
que le anuncian con colores helados en las ramas.

Voz de sol en destierro
manos que denominan cosas
entre huellas y pinos solitarios.

Yo sé mejor de lejos tu nombre de flor cruda
jugada en la inocencia.

Rotan su luz opuesta los solsticios
y hay un cambio secreto que le nace al lenguaje
agazapado en un rincón del mundo.

¿Qué punto del espacio
enlaza como un encuentro grave
tu decir y mi ausencia?
Algo ocurre en un sitio del alma
que desconoce sus predilecciones.
Levanto una mirada de fiesta prohibida
limada de una pérdida.
Ya no descubro rosas, las invento
de las sopladas voces de oscuridad y exilio.

Nunca se empieza a amar sin una chispa
de error en la mirada.

La distancia es a veces
mi mudo espacio de reconocimientos.


**Elízabeth Azcona Cranwell, de Imposibilidad del lenguaje o Los nombres del amor.

en 25 poetas argentinos contemporáneos, Ediciones Papiro, Fundación Sales, 2005, 1ra ed. Compilado por Osvaldo Svanascini.

martes, 20 de marzo de 2018

2 poemas de Hector Viel Temperley






DESPUÉS DE LA MUERTE

Después de la muerte,
alma mía,
no me lleves a pasear en coche
por esos aburridos domingos de mi infancia.

Y cuidado, alma mía,
con la luz:
que no te vaya a prender fuego.
(Yo voy a ir sin manos
a tu lado).


EL GUARDAFAUNA

Alguien, además de Dios,
cuida este invierno
la elefantería de Punta Norte
de la Península Valdés,
provincia de Chubut,
República Argentina.

Es un hombre que toma su vida
en broma
y que, del mismo modo,
toma  también en broma
la vida de todos los pequeños y grandes
elefantes marinos,
aunque a veces salga con un máuser
a disparar contra las orcas.
Ese hombre es el joven guardafauna,
que tiene la obligación casi templaria
de mirar hacia el mar día tras día
y doscientos kilómetros
de tierra y viento a sus espaldas,
que pasa solo todo el invierno
recordando las mujeres del verano,
lejos, muy lejos de cualquier ciudad importante,
lejos, hasta el único boliche
que hay en el camino
y que muchos días ni se molesta
en bostezar hacia el vacío.

Por eso Dios, que sabe
lo poco que conoce el guardafauna
de la vida de los pequeños y grandes
elefantes marinos
y hasta de esas piedritas de colores
que caen en el alma
cuando se tiene la obligación
casi templaria
de mirar hacia el mar día tras día
y doscientos kilómetros
de soledad a las espaldas,
se alegra de no ser el único que cuida
este invierno
la elefantería de Punta Norte
de la península Valdés,
provincia de Chubut,
República Argentina.

Y cada fría mañana de sol,
cuando el joven guardafauna
apoya su zapatilla insolente
sobre en vientre de los machos más grandes,
Dios sonríe.



**Hector Viel Temperley, Obra completa, Ediciones del Dock 2013

5 poemas de Antonio Gamoneda




Soy el que ya comienza a no existir

y el que solloza todavía.

Es horrible ser dos inútilmente.


*


Vi la serenidad en los ojos de las reses destinadas a los cuchillos
industriales y los caballos inmóviles en la tristeza;

después, la cal, su luz en los ancianos, y grandes grietas habitadas
por lamentos.


*


Hubo un tiempo en que mis únicas pasiones eran
la pobreza y la lluvia.

Ahora siento la pureza de los límites y mi pasión no existiría
si dijese su nombre.


*

Sábana negra en la misericordia:
tu lengua en un idioma ensangrentado.

Sábana aún en la sustancia enferma,
la que llora en tu boca y en la mía
y, atravesando dulcemente llagas,
ata mis huesos a tus huesos humanos.

No mueras más en mí, sal de mi lengua.

Dame la mano para entrar en la nieve.


*


Una pasión fría endurece mis lágrimas.

Pesan las piedras en mis ojos: alguien

me destruye o me ama.




**Antonio Gamoneda, Lengua y herida, Colihue 2010, 1ra edicion.