historia de la melancolía
"Pero no hay pasión sufrida en el dolor y en el amor a la que no le siga un aleluya." Clarice Lispector, Agua viva.
viernes, 10 de abril de 2020
3 poemas más de Amelia Biagioni
CALLE
Señor del fiat
sálveme
soy culpable pero inocente.
Me pesiguen fusiles
porque amé demasiado por un lado
y nada por el otro.
Lléveme a una embajada
por el mayor favor.
¿De qué color?
Una embajada blanca.
¿No le gusta una negra?
*
Coronado de llamas en la noche cerrada
por mirasoles muros ciegos
pinta el transido Vincent del espejo
mientras la oreja ilimitada
una mitad sujeta y la otra andante
escucha en el dolor y el cosmos.
*
LA SEÑALADA
Comenzarán a señalarme
en mi folio del siglo XX
por vivir en torre soñada.
Me acusarán en el XIV,
en cualquier lugar de la tierra
donde la culpa sea un peso
adjudicado desde afuera.
Tendré otras facciones, de miedo
intrépido, y otra madre,
de alta y pulida piedra rosa,
que me dará su negación
por gran piedad por ella misma.
Para el juicio me vestirán
con el pelo de la locura.
Las caperuzas, no sus hombres,
antes de oírme una canción
ya me habrán condenado a humo,
por haberme encendido tanto
mirando escuchando subiendo.
En la plaza me apagarán
con sordos con ciegos con llamas.
Por haber espiado a Dios.
**Amelia Biagioni, Poesía completa, Adriana Hidalgo Editora, 2009, 1ra ed.-
domingo, 5 de enero de 2020
6 poemas de Graciela Perosio
LA VIDA ESPERA
Tiembla el culantrillo caprichoso en la postrera tarde de un agosto que agoniza. Tiembla en el silencio de tu nombre. No das señal que discrimine mi sangre arrebatada en este vientre súbito. Busco los bordes negros de sus hojitas tiernas. Sabe que septiembre ya llega, sabe que es la hora y que el viajero avanza irrenunciablemente entre desiertos ásperos. El culantrillo tiembla. Se derramarán los suspiros por las arenas sordas. Quién juntará en sus manos, en su mínimo cuenco, cada segundo ambiguo del camino. ¿Acaso cejará en la gesta? Helecho y yo esperamos, sin atrevernos a salir en su busca hacia las puertas de la ciudad amada. Si lo avistara el centinela desde su atalaya, si lanzara el racimo de palomas azules o una bengala rubia estallara en la noche convocando a mi fiesta, mi banquete dichoso. Sabrás acaso cuánto tejí en el aire, la malla que recorres, sin tensar, sin ceder... Pero tampoco sé cómo vas a atravesarla que no hilé hilo de araña cazadora sino me urdí a mí misma en laberintos de curvas y congojas, entrecruzando nervio y músculo y víscera e historia y pensamiento tanto. Cesta vegetal que nació en hendiduras dolientes de los muros, que madejó raíces, rizomas harineros, alimentos de niños, de risas y de riesgos. Vegetal al sereno volviéndose tecitos que alivian la inflamación menstruante y expulsan los parásitos que nos roban la entraña -esos fantasmas, trampas de las hadas del cuento-. Oh, de cuántas cosas está alzada esta espera. El culantrillo se impacienta en su isla de maceta celeste. Si no apareces pronto se secará de ovarios, se angostará de fuego, de ácido amoníaco, si al menos no me escribes, moriremos de ausencia, en una torpe helada, anclada junto al filo del labio primavera.
(de "La vida espera")
*
Una rama de olivo
-apenas trunca-
como una tachadura
cierra el pasado.
_
Con los años, advierto que la emoción
no es más un cuarto o un cerco,
sino un leve telón, un perfume
-apenas una sábana de tul-
que en un momento punzante me traspasa
y se desvanece luego, hasta alejarse.
La veo tendida allí, casi una nube de luz
chisporroteante,
desde esta inalterable serenidad
donde germinan los hondos sentimientos.
Aquellos pocos que no
van a morir.
(de "Regreso a la fuente")
*
¿seré la que cultiva
mimbres en macetas
jacarandáes en cornisas de balcón?
¿la que ofrece agüita a los gorriones
y le silba bajito al colibrí?
¿la que recuerda cómo iba a ser
su retoño y ya no sabe?
¿la que perdió los sueños
y ganó una tierra baldía
donde aún siembra
la noche de su nombre
el olvidado?
_
un buen día una se levanta liviana
aunque los huesos chirrían un poquito
no te importa
el aire circula espléndido por tus órganos
parece que pudieras volar
te acordás de todo y sabés que
fue mucho
pero te olvidaste de cuánto pesaba
¡parece tan lejano! ¡tan ajeno!
y a la vez, los otros, tan próximos
tan iguales en la peripecia
aunque sean argumentos distintos
no entendés cómo pudo ocurrir
pero de pronto
brotó sin pensar
la alegría
(de "El privilegio de los años)
*
ella vio venados que corrían
migraciones de impalas de Tanzania
todas las bestias juntas huyen con ahínco
de la inundación
manadas de elefantes
y leones hambrientos
poderosos búfalos de las praderas
migrar, migrar
buscar la vida
con denuedo
en lo imposible
(de "El ansia")
**Graciela Perosio, La vida espera, Ediciones del Dock, 1994
**Graciela Perosio, Regreso a la fuente, Ediciones del Copista, 2005
**Graciela Perosio, El privilegio de los años, Leviatán, 2016
**Graciela Perosio, El ansia, Leviatán, 2019
viernes, 6 de diciembre de 2019
LEA EL PRÓLOGO (Dolores Etchecopar sobre Triza, de Valeria Pariso)
La ausencia actúa en los textos de este nuevo libro de Valeria Pariso como el líquido revelador que usan los fotógrafos. Pero en el poema, lo revelado no se congela, sino que extrema su fugacidad, ofrece el destello de una presencia, el prodigio de su instante.
Cuando la catástrofe del amor hizo estrago, cuando la poeta dice: he arrojado todo al precipicio. / Ningún orden es posible ahora, lo que queda y ampara es algo pequeño, trémulo en la fiesta de su precariedad, como una flor en la mano o pulverizándose dentro de un libro.
Un gesto levísimo podría demoler un jardín, dice Valeria Pariso, ese jardín aparece y desaparece en los poemas como una respiración que solo la incertidumbre nos concede.
Con un tono coloquial y lírico a la vez, cada poema renueva la pregunta: ¿cómo es posible que no exista palabra para nombrar esto? El remordimiento, la esperanza, el amor, el abandono, el dolor, la belleza, ¿cómo nombrarlos? Esta perplejidad, la permeabilidad a su hechizo, vuelve a esta escritura entrañable y verdadera. Lo que hará la poeta, a la par del viejo constructor de muelles, será, cada vez, correr la línea entre la nada y el sueño.
Y de pronto, esa palabra inalcanzable que tantea el poema nos atraviesa lacerante como el sonido gutural del llanto de un camello en el desierto. Algo sucede entonces, se ha quebrado una letra del dolor y por esa grieta o triza entramos al libro.
Dolores Etchecopar
Fuente: Triza, Valeria Pariso, Editorial detodolosmares 2017, prólogo por Dolores Etchecopar.
sábado, 26 de octubre de 2019
5 poemas más de Raúl Zurita
Raúl Zurita enarbolando la bandera chilena. s/d del autor de la fotografía |
EL PAÍS DE SED
Entonces hacia la izquierda de la carretera se vio el
país de sed
Sobre el desierto chileno con soldados patrullando en
las entradas boleterías hechas añicos y orquestas en
derrota alejándose cielo adentro
Mientras cientos y cientos de oboes abandonados en
las piedras se iban mimetizando con el amanecer y
eran como imágenes de sueños las butacas destripadas
la concha acústica trizada en los arenales
Allá donde nos preguntaron a culatazos los nombres y
uno de los nuestros dijo "no oigo" y el oficial le gritó
"tu nombre o te jodes" y él "Beethoven" y el oficial:
"¿qué Beethoven?" y él "el mismo" y el otro: "no le
sacarás una puta nota a este peladero tipo" y eran los
arenales de la sinfónica fundiéndose con el infinito
desierto del horizonte encangrejado reseco como
un bombardeado país de sed atravesado en la carretera
*
LVB / OP 102
Rompientes
¿Y lo vieron después frente a esas playas imponente
pálido moviendo la batuta frente a las rompientes?
Mientras detrás de él el amanecer subía como si fuera
otro mar y nosotros el horizonte que miraba a LVB
doblarse lloroso cayendo frente a las olas
Desmoronándose frente al destellante océano de sed
que brama las notas finales de esta vida
Qué tocas le preguntan a LVB los torturados cayendo
como caen las rompientes en las playas Quise
interpretar esas rompientes pero solo el oleaje de
los muertos les contesta él con tristeza sordo como
Dios apuntando con su batuta al ensangrentado cielo
*
1
6 de agosto. P gira en la cama y me toma la mano en
medio de la soledad inconmensurable de la tierra, de la
tierra vuelta cenizas. Le estaba diciendo que la primera
bomba fue lanzada hace miles de miles de años, en 1945,
a las 8:15 de la mañana de un día que no serían tan distinto
al que se viene. Le estaba diciendo también que falta muy
poco para que amanezca y que ya pronto despertaremos.
*
AUSCHWITZ
El tren a los campos se bamboleaba de lo lindo
y por las rendijas del vagón se alcanzaban a ver
países quemados y nubes de ceniza alejándose
en el viento.
Le pregunté a mi chica si no le encontraba un
aire familiar y ella respondió "oh, sí, nuestras
cenizas se mezclarán como en los puentes de
Madison, y será tan bello amor".
El portero me dijo: Usted está en problemas. Me
dirigí entonces a los del vagón y les pregunté:
¿Tengo problemas yo? ¿Es que tengo acaso la
cara de un tipo que tiene problemas?
Paramos frente a una vieja usina y nos sacamos
la ropa. Luego cubrimos con nuestros cuerpos
una ciudad arrasada.
El tren llegó a Auschwitz al amanecer. Un río
de cenizas cruzaba ahora los puentes.
Ganas o pierdes, le dije a mi chica, esas son las
reglas acá en América.
*
FLOTAS / 522
Escribas
El Océano Pacífico subía encumbrándose cielo arriba y
los escribas maldecían
Mostrando las infinitas líneas de sus rompientes cubrir
el horizonte mientras los escribas rasgaban vestiduras
apuntándome
Está dicho que los mares permanecerán abrazados con
la tierra lo oíste bien me gritaban y yo como quien oye
llover amigos Esto pasó en el año 2000 de Nuestra Era
Pero lo más duro pasó en un país chileno: los escribas
habían heredado la tierra y las cárceles rebalsaban de
tipos que hicieron volar el mar sobre las cumbres de
los Andes Entonces le dije: Presidente ¿hasta cuándo
permitirás que tu pueblo sufra? Era muy temprano
y el lanzado en el costado me sorprendió Adelante
las rompientes destellaban espumeando alturas
*
** Raúl Zurita, Cuadernos de guerra, Audisea, 1ra ed.-
viernes, 11 de octubre de 2019
5 poemas más de Jorge Curinao
ABANDONO
Un perro
cruza el puente
a las tres de la mañana.
El último gesto de la noche pide huesos.
SUR
Para hablar
del viento
habrá
que convencer
a los álamos
de su existencia.
FIN DEL INVIERNO
Y si uso camisa.
Y me pongo corbata.
Y me descubren.
2
Esas palabras siguen en la mesa. Todo lo que se diga sobre ellas
serán restos de un sol encendido, ceniza en las manos.
3
Escribo porque no venís. No llamás. Yo sé que estás en el viento.
No en el rocío de los vivos. No en el desfile de las estatuas. No
quiero que me veas llorar. Quiero que me veas en el viento.
**Jorge Curinao, Plegarias del humo, Remitente Patagonia, 2019, 1ed.-
3 poemas de Aníbal Costilla
LA LLOVIZNA SE DETIENE
La llovizna se detiene en el aire:
no necesita caer para recibirla.
Está ahí, como un racimo blanco.
Extendemos las manos para tocarla,
con cuidado, como si pudiera quemar
como chispas que saltan del carbón encendido.
Los lapachos ya no sentirán el espasmo,
sus flores también caen en violeta lluvia
sobre el suelo y por debajo de la luz.
Pronto el rocío encenderá las lámparas
cuando el sol, vencido, se desplome
detrás de las lomas inalcanzables.
CONQUISTADORES
Se duermen las horas de la noche
y la muerte acecha
como un mal pensamiento.
La llovizna es un temprano susurro
que hechiza la voluntad
para decirle adiós a la esperanza.
Vamos, Vida, no detengas tu tambor.
Somos conquistadores sin reino.
LEY
El aroma del día
anima la soledad
de hombres y mujeres laboriosos:
es la antigua ley de las almas simples.
**Aníbal Costilla, Memoria del canto, Ediciones Camelot América, México, 1ra ed.-
jueves, 12 de septiembre de 2019
2 poemas en prosa y "EL AURA DE LAS MANOS ESBOZO DE UN ARTE POÉTICA" de Daniel Gayoso
EL PASAJE
En un lugar secreto, bajo su eterna lámpara, alguien sueña
la historia de tu vida. A veces se apresura, otras se demora
largamente. O se pierde y te busca con ahínco. Alguna vez
se marcha de su sitio y vuelve las páginas el viento. Pero tú
eres paciente y lo perdonas. Sabes que un día llegará al
pasaje que deshaga el hechizo y te ceda el lugar bajo la luz.
El día es hoy, lo estás leyendo.
*
ADAGIO
El mar ha empujado hasta la casa una arena blanca y
celosa de su altura; ramajes sombríos donde el viento
enfurece; bellos caracoles que traen la mala suerte.
También, como una sonrisa, un balón gris y rosa, que
ahora duerme en el musgo. Las aves se impacientan y
visitan fugaces las ventanas o el tejado.
Vuelto de otro mar, tampoco yo entiendo, y me duele el
sonido leve, levísimo, de estas llaves de bronce cerrando la
casa.
*
EL AURA DE LAS MANOS
ESBOZO DE UN ARTE POÉTICA
I
En el principio es la imagen. A ella, misteriosamente, se
ligan una idea y un sentimiento. Ahí está el núcleo: diminuto
corazón que ya empieza a latir. Lo demás es como inventar
un cuerpo acariciándolo.
II
Que el poema sea un breve universo, con su espacio, tiempo
y leyes propias. Un cuerpo vivo donde cada parte remite al
todo y así se justifica. Cierta unidad marcada a fuego sobre
la unidad del mundo.
III
La palabra debería ejercer una sugestión tal sobre el lector
que permita arrebatarlo por un instante del mundo cotidiano
y ganarlo para el del poema; que sienta ese mundo y sus límites
como fatales. Sugestión, magia, encantamiento... El poema
gravita.
IV
Una paradoja: el símbolo es un ropaje para desnudarnos
sin escándalo.
V
Cada poema es una epifanía del ser, una visión que turba
por su doble faz: en apariencia ajena, absolutamente otra,
desnuda sin pudores la identidad vedada. En su diáfano,
incesante enigma, el poeta es quien es.
VI
Como esos terremotos que no se perciben sino por delicados
instrumentos, así la poesía: de una violencia secreta, negada.
Una violencia que se ha comida a sí misma.
VII
¡Labor infinita que desconsuela!... Nos desgarramos en
multitud de fragmentos; los soñamos como absolutos cuando
en verdad no lo son. Amargo despertar: la poesía es una
religión incompleta.
VIII
"Con el número Dos nace la pena", escribió Marechal.
Quizás algo semejante sucede con el otro interno, cuando el
contemplado rehúye a su contemplador. Entonces debemos
buscarlo en la ciega noche, amorosa, implacablemente. Hasta
que, al verlo, se desvanezca y nos devuelva el don más
preciado: la armonía del ser, que es Uno.
XIX
Cada poema es una epifanía del ser, una visión que
turba por su doblez fax: en apariencia ajena, absolutamente
otra, desnuda sin pudores la identidad vedada. En su diáfano,
incesante enigma el poeta es quien es.
** Daniel Gayoso, Los Signos de la Presencia, Lírica en prosa, Imaginante editorial, 2017, 2da ed.- ampliada.
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