martes, 20 de marzo de 2018

2 poemas de Hector Viel Temperley






DESPUÉS DE LA MUERTE

Después de la muerte,
alma mía,
no me lleves a pasear en coche
por esos aburridos domingos de mi infancia.

Y cuidado, alma mía,
con la luz:
que no te vaya a prender fuego.
(Yo voy a ir sin manos
a tu lado).


EL GUARDAFAUNA

Alguien, además de Dios,
cuida este invierno
la elefantería de Punta Norte
de la Península Valdés,
provincia de Chubut,
República Argentina.

Es un hombre que toma su vida
en broma
y que, del mismo modo,
toma  también en broma
la vida de todos los pequeños y grandes
elefantes marinos,
aunque a veces salga con un máuser
a disparar contra las orcas.
Ese hombre es el joven guardafauna,
que tiene la obligación casi templaria
de mirar hacia el mar día tras día
y doscientos kilómetros
de tierra y viento a sus espaldas,
que pasa solo todo el invierno
recordando las mujeres del verano,
lejos, muy lejos de cualquier ciudad importante,
lejos, hasta el único boliche
que hay en el camino
y que muchos días ni se molesta
en bostezar hacia el vacío.

Por eso Dios, que sabe
lo poco que conoce el guardafauna
de la vida de los pequeños y grandes
elefantes marinos
y hasta de esas piedritas de colores
que caen en el alma
cuando se tiene la obligación
casi templaria
de mirar hacia el mar día tras día
y doscientos kilómetros
de soledad a las espaldas,
se alegra de no ser el único que cuida
este invierno
la elefantería de Punta Norte
de la península Valdés,
provincia de Chubut,
República Argentina.

Y cada fría mañana de sol,
cuando el joven guardafauna
apoya su zapatilla insolente
sobre en vientre de los machos más grandes,
Dios sonríe.



**Hector Viel Temperley, Obra completa, Ediciones del Dock 2013

No hay comentarios:

Publicar un comentario