domingo, 10 de febrero de 2019

3 poemas de Salvatore Quasimodo






YA ESTÁ AQUÍ LA LLUVIA


Ya está aquí la lluvia,
el aire agita silenciosa.
Las golondrinas rozan el agua mortecina
de los lagos lombardos,
vuelan como gaviotas sobre los peces pequeños;
el olor del heno trasciende el recinto de los huertos.

Un año más gastado,
Sin un lamento, sin un grito
destinado a vencer, de pronto, un día.



LA NOCHE DE INVIERNO

Y aún la noche de invierno
y la torre de la aldea, oscura de fragores,
y las nieblas que hunden el río,
y los helechos y las espinas. Oh compañero,
has perdido tu corazón: la llanura
no tiene más espacio para nosotros.
Aquí en silencio lloras por tu tierra
y muerdes el pañuelo de color
con dientes de lobo:
no despiertes al niño que duerme a tu lado
con los pies desnudos metidos en un pozo.
Nadie nos recuerde a la madre, nadie
nos cuente un sueño de hogar.


CASI UN MADRIGAL

El girasol se vuelve a Occidente
y ya precipita el día
en su ojo en ruina y el aire del estío
se adensa y ya curva las hojas y el humo
de los obrajes. Aléjase con correr
seco de nubes y chirriar de rayos
este último juego del cielo. Todavía,
y desde hace años, querida, nos detiene la mutación
de los árboles prietos en el cerco
de canales. Pero es siempre nuestro día,
y siempre aquel sol que desaparece
con el hilo de su rayo afectuoso.

No tengo ya recuerdos, no quiero recordar;
la memoria resurge de la muerte,
la vida no tiene fin. Cada día
es nuestro. Uno se detendrá para siempre,
y tú conmigo, cuando nos parezca tarde.
Aquí, al borde del canal, los pies
en subibaja, como de muchachos,
miramos el agua, las primeras ramas
en su color verde que se oscurece.
Y el hombre que en silencio se avecina
no esconde un cuchillo entre las manos,
sino un geranio.



** Salvatore Quasimodo, Obra completa, Sur Editorial 1959, Versión castellana de Franco Mogni.

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