lunes, 5 de agosto de 2019

7 poemas de Amelia Biagioni







CANCIÓN DE CUNA PARA UN NIÑO MUERTO


Te alzaron de noche
las Siete Cabrillas.
De tu ausencia larga
mueren mis rodillas.

Te ciñen, te mecen
mis brazos vacíos.
Duérmete en el fondo
de los huesos míos.

Dejaste en mis pechos
la tierra y el mar.
Pechos de la luna
te dan de mamar.

Arrorró, lejano
nardo, niño frío,
arrorró! Te siento
llorar el rocío.

Con cuna vacía
ya estoy en el suelo.
Por tus piececillos
en mi desconsuelo.

Tus ojos -mis ojos-
se abren en las flores.
Duerme, que estoy ciega;
niño azul, no llores.

Ramo de mis venas,
esta madrugada
vuélvete a mi pecho:
¿no me ves talada?



*



TORRE DEL TÉ


Sobre infinitos pisos y negocios,
bebo magia de té dorado.
El ventanal profundo está ofreciéndome
un abismo de pórtland delicado.

Con la liviana llave de esta altura
abro el sueño de la ciudad;
y en la tarde, los prismas angustiados
se disfuman en ancha suavidad.

Quizás son voladoras estas torres,
donde milagros se aposentan
entre palomas, torres donde viven
los que de la ternura se alimentan.

En el río, que acaso es lento beso,
mezo un barquito, y Dios, el día.
De una calle, o del rastro de mis ojos,
alzo la miniatura de un tranvía.

Y a ti te olvido, hombre diminuto
como un terroncito de fe,
porque temo que te arroje mi mano
al misterio de mi taza de té.



*


EL AMOR


Solitario a quien palpo,
dios de mi soledad,
ven a tientas,
no hay nadie en la tierra,
nadie más,
y no tengo nombre.

Vengo de lo absoluto de tus fábulas,
cuido tu azar y tu silencio,
y he visto en tu espalda
el rostro que buscas cruzando visiones.

Con todo el amor y la vida
yo te conozco,
solitario, muchedumbre,
y te pregunto
quién eres.

Hombre mío sin bordes,
ven entero,
ven hasta la muerte
y no más, no hasta la tristeza,
ven a tientas,
y desde adentro fórmame
guitarra sin fin,
y lo que arranques,
mi hondo sonido de la especie,
arrójalo con júbilo
a la sombra constante,
amor mío, elemento,
a la tiniebla original arrójame,
así, contigo.



*



LA LLOVIZNA



Yo, con la vaga frente en la balada
y el talón en el musgo de los siglos,
yo, que inventé el otoño lentamente
y gris y lentamente soy su vino,
yo, que ya agonizaba cuando el hombre
me amó para nombrarme "la llovizna",
yo, que cruzando su durar lo nublo
de eternidad y de melancolía,
yo, que debo medir la soledad
entera, y desandar todo el recuerdo
y más, y gris y lentamente el día
señalado asperjar el fin del tiempo,
yo, a veces, mientras limo tristes mármoles
y herrumbro amantes, pienso que en la tierra
no existo, que tan sólo voy cayendo,
así, de la nostalgia de un poema.



*



2


Tengo una herida siempre verde
que reconoce el filo
del nombre oculto en la neblina.



*



6


Quisiera decir la pasión
aterradora del universo en la noche,
su ardiente abrazo que abandona.



*


Entré en mi espesura
y vi tu nombre escrito con árboles.



*



**Amelia Biagioni, Poesía completa, Adriana Hidalgo Editora, 2009, 1ra ed.-



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