domingo, 10 de marzo de 2019

7 poemas de Graciela Cros





LA CASA


Si la casa estuviera plantada
donde estaba,
si bajo los escombros,
en los cuartos, los muebles,
hubiera señales familiares,
las huellas de su paso,
del andar que tenía
entre esas paredes
ella
¿respiraría mejor?

¿Sus ojos serían mansos,
bondadosos,
para ver
lo que no hay de aquello
y lo que hay ahora?
¿Para ver
y aceptar
lo que dejó de ser?

Si la casa abriera sus ventanas
a pesar del derrumbe
para que ella viera bajo otra luz
aquello que hubo antes
y luego dejó de estar,
de ser,
la paz,
por fin,
¿vendría?



LA COMPAÑÍA DE LA VIDA


Afuera llueve
y adentro
hay una pequeña huerta
que asoma en las macetas.

Tomates cherry, ajíes, aromáticas.
Bendiciones de invierno.
La compañía de la vida
en sus breves detalles.

Llueve en el frío
del cercano agosto
y el abedul
detrás de la ventana
concentra pajaritos en racimo
anunciando la nieve
que baja de los cerros.
Está ocurriendo todo
ante mis ojos
y alguien
que no quisiera ser
sólo registra tu ausencia.



BANDURRIAS


Las bandurrias
hunden sus picos
en el pasto mojado
por la lluvia de anoche,
De a pares o en grupo
buscan su alimento
con las cabezas inclinadas,
atentas.
Avanzan lentamente,
picotean lombrices
y al detenerse por segundos
parecen comentar
el inicio del día.
La mañana, serena,
las incluye,
yo las observo.
Me siento parte,
feliz también
por esa nueva,
modesta, epifanía.



(del libro Pampa de Huenuleo)



LA NOCHE DE ROTHKO


EL cielo parece una pintura de Rothko,
amarillo en el centro,
ocre arriba
y abajo.
A esta hora
Mansilla come
solo.
Es su cumpleaños.
Pienso en amigos distantes
que, seguro
recuerdan
el nuevo aniversario del poeta.
Pero es así,
cerca, duele;
lejos, falta.
Por suerte hay un papel,
un boleto, una servilleta,
un ticket de supermercado
y se puede escribir
mientras la noche de Rothko
pasa
lenta
al otro lado de la ventanilla
por esta ruta del sur.


A LA NOCHECITA


A la nochecita me pongo a cocinar una feijoada
para Mansilla que viene del desierto
buscando un porqué.
Alguien le dijo que la sé hacer.
Que aprendí en Itabira do Mato, Minas Gerais,
la ciudad donde nació Carlos Drummond de Andrade
y adonde todos saben nunca fui
pero sueño ir.

Con jugo de maracujá, leche condensada
y vodka
hice una jarra de capeta bahiana,
bebida del demonio,
y por si hace falta pasar a la caipirinha
dejé a mano una cachaça envelhecida
del valle de Paraiba que promete.

Un rato antes piqué unos ajos barrigones
en la tabla y un par de cebollas.
Lloré un poco aprovechando la ocación.
Me sentí feliz de estar tan triste.

El cuchillo no tenía filo y lo pasé por la piedra
como si supiera.
Hice igual con la feijoada:
anoche dejé los porotos negros en remojo,
la carne temperada con diversos aromas,
y ahora
mientras pongo el arroz,
espero a la visita,
confío en la inspiración.


MANSILLA


Dice labios y las mujeres nos soltamos el pelo,
lo esponjamos con las manos o la sacudimos
girando la cabeza a un lado y otro
con movimientos rápidos. 

Dice ojos verdes y hay un desmayo momentáneo,
generalizado, sin previo aviso
todos perdemos la noción.

Dice ojos rojos y los hombres experimentan
un peso lapidario en el centro del pecho
mientras las mujeres ejercemos
la superstición y el rezo.

Dice coartada, rehén, y todos
nos tambaleamos un poco, perdemos el equilibrio,
nos aferramos al pasado, a barandas y respaldos de sillas.

Dice sur, araucaria, barda canal, Neuquén,
Roma, Los Ángeles, gramilla, 
padres, dentaduras, perros,
mesa del escándalo, campos de Señor,
y los terapeutas no dan abasto,
ponen el cartel de no hay más turnos,
las ojeras les tapan la cara
y sueñan con playas remotas.

Es que el poeta habla
del nudo que nos ata y no se ve
y todos lo sabemos.

Mansilla dice domingo y la melancolía
se derrama sonámbula como petróleo en el mar,
el Titanic vuelve a hundirse y con él nos vamos todos a pique,
comprobamos que las profundidades marinas 
son cosas de temer, hay oscuridad, desolación y frío.

Pensamos quén vendrá a rescatarnos
de esta caída fatal.
¿Vendrá Mansilla?
¿Vendrá la poesía?

Mansilla dice estepa y las mujeres
giramos como autómatas hasta quedar
de espaldas a la montaña,
achicando los ojos buscamos
la línea de horizonte
pero está perdido
y aunque parezca tonto y sentimental
comenzamos a caminar
para encontrarlo.

No es cataclismo ni profesía,
no es devoción ni desmadre de
la naturaleza,
Mansilla es poeta
y como todos los poetas
ignora su poder.



ADÉLIA


En la mesa del mantel blanco
bungavilias rojas contra pared blanca.

Veo rojo sobre blanco.
Traduzco un poema de Adélia Prado

Manchas de luz en la pared,
una jarra pequeña
con tres rosas de plástico.

La poesía me hace pensar 
que el mundo é a nossa ostra
e gostaria muito
que estuvieras aquí. 


(del libro Mansilla)


**Graciela Cros, Pampa de Huenuleo, Ediciones en danza 2017.
**Graciela Cros, Mansilla, Ediciones en danza 2010

2 comentarios:

  1. Gracias Noelia Palma por esta selección, felicitaciones por esta Historia de la melancolía y por difundir poesía, "Tener amigos poetas salva el día!", abrazo!

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  2. A esta tarde gris y lejana me llega la voz alegre y cálida, los versos sabios de mi amiga Graciela,cada vez más vivos, más cercanos... Qué gratitud enorme!
    Muchas felicidades por el excelente blog.
    Concha Ceballos

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