jueves, 12 de septiembre de 2019

2 poemas en prosa y "EL AURA DE LAS MANOS ESBOZO DE UN ARTE POÉTICA" de Daniel Gayoso






EL PASAJE


En un lugar secreto, bajo su eterna lámpara, alguien sueña
la historia de tu vida. A veces se apresura, otras se demora
largamente. O se pierde y te busca con ahínco. Alguna vez
se marcha de su sitio y vuelve las páginas el viento. Pero tú
eres paciente y lo perdonas. Sabes que un día llegará al
pasaje que deshaga el hechizo y te ceda el lugar bajo la luz.
El día es hoy, lo estás leyendo.


*


ADAGIO


El mar ha empujado hasta la casa una arena blanca y
celosa de su altura; ramajes sombríos donde el viento
enfurece; bellos caracoles que traen la mala suerte.
También, como una sonrisa, un balón gris y rosa, que
ahora duerme en el musgo. Las aves se impacientan y
visitan fugaces las ventanas o el tejado.
Vuelto de otro mar, tampoco yo entiendo, y me duele el
sonido leve, levísimo, de estas llaves de bronce cerrando la
casa.



*

EL AURA DE LAS MANOS 
ESBOZO DE UN ARTE POÉTICA



I

En el principio es la imagen. A ella, misteriosamente, se
ligan una idea y un sentimiento. Ahí está el núcleo: diminuto
corazón que ya empieza a latir. Lo demás es como inventar
un cuerpo acariciándolo. 


II

Que el poema sea un breve universo, con su espacio, tiempo
y leyes propias. Un cuerpo vivo donde cada parte remite al
todo y así se justifica. Cierta unidad marcada a fuego sobre
la unidad del mundo.


III

La palabra debería ejercer una sugestión tal sobre el lector
que permita arrebatarlo por un instante del mundo cotidiano
y ganarlo para el del poema; que sienta ese mundo y sus límites
como fatales. Sugestión, magia, encantamiento... El poema
gravita.


IV

Una paradoja: el símbolo es un ropaje para desnudarnos
sin escándalo.


V

Cada poema es una epifanía del ser, una visión que turba
por su doble faz: en apariencia ajena, absolutamente otra,
desnuda sin pudores la identidad vedada. En su diáfano,
incesante enigma, el poeta es quien es. 


VI

Como esos terremotos que no se perciben sino por delicados
instrumentos, así la poesía: de una violencia secreta, negada.
Una violencia que se ha comida a sí misma. 


VII

¡Labor infinita que desconsuela!... Nos desgarramos en
multitud de fragmentos; los soñamos como absolutos cuando
en verdad no lo son. Amargo despertar: la poesía es una 
religión incompleta.


VIII

"Con el número Dos nace la pena", escribió Marechal. 
Quizás algo semejante sucede con el otro interno, cuando el
contemplado rehúye a su contemplador. Entonces debemos
buscarlo en la ciega noche, amorosa, implacablemente. Hasta
que, al verlo, se desvanezca y nos devuelva el don más 
preciado: la armonía del ser, que es Uno. 


XIX

Cada poema es una epifanía del ser, una visión que
turba por su doblez fax: en apariencia ajena, absolutamente
otra, desnuda sin pudores la identidad vedada. En su diáfano,
incesante enigma el poeta es quien es. 




** Daniel Gayoso, Los Signos de la Presencia, Lírica en prosa, Imaginante editorial, 2017, 2da ed.- ampliada.




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